Los
cambios políticos de gran calado nunca han sido fáciles. Pero hay que preguntarse si ¿Hoy son más fáciles o
más difíciles que en otras épocas? En todo caso, estamos sin duda en la sociedad que cambia
más aceleradamente de toda la historia humana. Y por ello resulta acuciante plantearse si ¿es posible dirigir
adecuadamente ese cambio? ¿Es posible empoderar la población para que impulse y
consiga el cambio político que desea? ¿Puede conseguirlo incluso frente a la
oposición de la clase política “profesional” y la dominante “casta” económico-política?
Estos son básicamente los objetivos primordiales de movimientos tan diversos como el 15M, las
primaveras árabes, “occupy Wall Street” o las manifestaciones brasileñas de
junio del 2013. Incluso es el objetivo de todos los movimientos políticos de
cambio, ya sea revolucionario o moderadamente regenerador.
Pues la historia ha
enseñado que todo cambio –por pequeño que sea- molesta y genera la oposición de
aquellos que pueden pensar que pone en peligro sus privilegios. Por
tanto todo cambio -por positivo que pueda ser en general o para la mayoría-
tiene siempre sus detractores y sus enemigos, que intentan abortarlo. Por eso
los cambios políticos, económicos, culturales, sociales, etc. tienen siempre
grandes fuerzas en su contra. Y eso ha sucedido siempre; ahora bien: ¿Sucede
hoy más o menos? Esta es actualmente nuestra cuestión.