“Dos grupos cuyos miembros tienen sensaciones sistemáticamente distintas al captar un mismo estímulo, en cierto sentido viven en mundos diferentes.” Thomas S. Kuhn[1]
Según el
antropólogo norteamericano Karl G. Heider[2] el
llamado “efecto Rashomon” se refiere a la subjetividad detectable en la
percepción y la memoria, cuando testimonios de un mismo acontecimiento pueden
ofrecer relatos o descripciones de éste substancialmente distintos pero, sin
embargo, igualmente plausibles.
Bajo esa denominación o no, el “efecto
rashomon” ha sido muy analizado en contextos
epistemológicos. El ejemplo más conocido y estudiado es seguramente la famosa
tesis del teórico e historiador de la ciencia
Thomas S. Kuhn[3]
sobre la inconmensurabilidad de los paradigmas científicos.
Al menos en los momentos revolucionarios, cuando subsisten paradigmas diferentes, éstos fácilmente pueden ofrecer explicaciones alternativas, coherentes y sostenibles dentro de cada cada uno de ellos, pero totalmente incompatibles entre si. Simplificando y en concreto, dice Kuhn en la postdata de 1969 de La estructura de las revoluciones científicas[4]: dos personas “pueden encontrar repentinamente la respuesta a un mismo estímulo mediante descripciones y generalizaciones incompatibles” entre sí.
Al menos en los momentos revolucionarios, cuando subsisten paradigmas diferentes, éstos fácilmente pueden ofrecer explicaciones alternativas, coherentes y sostenibles dentro de cada cada uno de ellos, pero totalmente incompatibles entre si. Simplificando y en concreto, dice Kuhn en la postdata de 1969 de La estructura de las revoluciones científicas[4]: dos personas “pueden encontrar repentinamente la respuesta a un mismo estímulo mediante descripciones y generalizaciones incompatibles” entre sí.
Evitando remontarnos a teorías de
la sofística griega o a los tropos del escepticismo clásico y moderno,
apuntaremos algunas influencias contemporáneas clave para la tematización del
“efecto” psicológico y epistemológico que consideramos. Es el caso de la
conocida tesis de Benjamin Lee Worf[5] y Edward Sapir[6] sobre la determinación de
las lenguas en la percepción del mundo, o la reflexión de Wittgenstein que
vincula los límites de “mi” lenguaje con los límites de “mi” mundo o de W. O. Quine[7] sobre la indeterminación
de la traducción entre lenguajes distintos y la inescrutabilidad de la
referencia.
Sin duda influido por esta tradición, en especial Quine, Kuhn (1977: 270) afirma: “los hombres que sostienen puntos de vista inconmensurables, deben ser considerados como miembros de comunidades lingüísticas diferentes y sus problemas de comunicación deben ser analizados como problemas de traducción.” En esta línea hay que destacar también los trabajos del psicólogo y epistémologo norteamericano Jerome Bruner, en especial destacamos su libro Actual Minds, Possible Worlds de 1985[8].
Sin duda influido por esta tradición, en especial Quine, Kuhn (1977: 270) afirma: “los hombres que sostienen puntos de vista inconmensurables, deben ser considerados como miembros de comunidades lingüísticas diferentes y sus problemas de comunicación deben ser analizados como problemas de traducción.” En esta línea hay que destacar también los trabajos del psicólogo y epistémologo norteamericano Jerome Bruner, en especial destacamos su libro Actual Minds, Possible Worlds de 1985[8].
El “efecto
rashomon” se ha mostrado también muy relevante y por tanto ha sido objeto de
larga polémica en los estudios antropológicos y etnográficos. Se presenta –como
veremos- tanto donde se dan distintas versiones “emic”[9] de un
fenómeno o evento, como -aún más fácilmente- en el habitual gran contraste
entre las versiones “emic” y las “etic”. Son versiones “emic” aquellas que usan
los conceptos propios –aunque sean inconscientes y/o inconsistentes- del agente
o cultura analizada; en cambio son versiones “etic” las que usan los conceptos
–a veces pretendidamente “objetivos”- de la cultura y “cientificidad” del
antropólogo analista[10].
¿Por qué la película
Rashomon de Kurosawa?
Los psicólogos,
epistemólogos y filósofos contemporáneos que utilizan la denominación “efecto Rashomon”,
lo hacen en reconocimiento a la película Rashomon de Akira Kurosawa de
1950 (que ganó el León de oro y el Premio de la Crítica en Venecia y el Oscar a
la mejor película extranjera[11]).
Ello es debido a la mencionada inconmensurabilidad, subjetividad e
indecidibilidad entre las cuatro versiones que se presentan de unos mismos
hechos criminales, cuya exacta y concreta verdad resulta imposible de determinar
unívoca, indudable y apodícticamente.
Tanto por ser
anterior en su concepción como por la brillantez de la película y el impacto
más masivo que el cine permite hoy en día por encima de la literatura, Rashomon
mereció el honor de nombrar ese “efecto”. Aunque sin duda podría haberlo
merecido también el escritor británico Lawrence Durrell, que escribió entre
1957 y 1960 un ciclo de novelas llamado El
cuarteto de Alejandría. Curiosamente
también son cuatro versiones distintas de unos mismos hechos y cada una de las cuatro novelas tiene por
título el nombre de uno de los personajes implicados, aquél que allí da su versión
-particular e inconmensurable con la de los otros- de los acontecimientos
protagonizados conjuntamente. Los cuatro libros de El cuarteto de Alejandría
se llaman pues: Justina, Balthazar, Mountolive y Clea.
Pero como
hemos dicho, el honor se lo ganó la película dirigida por Akira Kurosawa con
guión de él mismo y de Shinobu Hashimoto, a partir de dos cuentos de Ryunosuke
Akutagawa (1892-1927) titulados “Rashomon” y “En el bosque”. Con ella además,
Kurosawa se consagró internacionalmente y popularizó por primera vez fuera de
su país al ya por entonces muy potente y creativo cine japonés[12].
Analicemos como se presenta y formula en la película Rashomon el famoso
efecto de relatos inconmensurables, y extraigamos algunas consecuencias
filosóficas.
[1] Thomas S. Kuhn La estructura de las revoluciones científicas, México: FCE, 1977: 295.
[2] “the effect of the subjectivity of perception on
recollection, by wicht observers of an event ara able to produce substantially
different but equally plausible accounts of it.” Karl G. Heider “The Rashomon Effect:
When Etnographers Disagree”, American Anthropologist, March 1988, Vol.
90, nº 1, pp. 73-81. Especializado en antropología visual, Heider publicó en
1976 el libro Ethnographic Film, Austin: University of Texas Press.
[3] Op. Cit.
[4] Kuhn 1977: 306.
[5] Véase la recopilación de los
escritos de Benjamin Lee Worf Lenguaje, pensamiento y realidad,
Barcelona: Barral, 1971.
[6] Véase por
ejemplo el clásico Edward Sapir El lenguaje. Introducción al estudio del
habla, México: FCE, 1966.
[7] Véase sus obras “"Two dogmas
of Empiricism” (1951) y Word and Object (1960).
[8] En castellano se ha publicado bajo
el título Realidad mental y mundos posibles en
Barcelona por Editorial Gedisa el 2004.
[9]
En la segunda parte del XX se ha generalitzado la distinción entre el análisis
“emic” y “etic” (término que, en este uso, no tiene nada que ver con la moral o
con cuestiones éticas). Esa distinción fue introducida por el lingüista Kenneth
Pike basándose en la distinción entre los términos ingleses phonemics
(fonología) y phonetics (fonética). La lingüística contemporánea ha
establecido rigurosamente la distinción entre las distinciones sonoras fonémicas,
que son las consideradas significativas en un sistema lingüístico dado, frente
a las distinciones meramente fonéticas, que son todas las determinables sean o
no lingüísticamente significatives en un sistema.
[10] La
distinción entre “emic” i “etic” se ha difundido sobre todo en antropología y
etnología, pero es muy útil también en los análisis histórico-culturales. Refiriéndose
a las distinciones “emic” como el “punto de vista del nativo”, Malinovski
considera que pueden y tienen que ser investigadas objetiva y rigurosamente,
aunque apunten a comportamientos y creencias poco o nada científicos. Los
antropólogos Malinowski, Lévi-Strauss, Goodenaugh o Geertz han defendido sobre
todo la relevancia en antropología de la perspectiva “emic”, mientras que
Marvin Harris (a pesar de reconocer y destacar algunas contradicciones muy significativas
entre lo “emic” y lo “etic”) ha defendido y considerado inevitable el enfoque
“etic”. Véase “Conocimiento cultural e histórico” de G. Mayos en Teoría del
Conocimiento, F. Núñez (coord.), Barcelona: UOC, 2007, pp. 1-64. Hay
edición castellana y catalana.
[11] Se dice que
éste nuevo tipo de oscar fue creador precisamente en 1951 con ocasión de Rashomon
(pues los norteamericanos que ocupaban Japón tenían pronto y directo
conocimiento de la película y sus muchas virtudes).
[12] Véase Patricia
Erens Akira Kurosawa. A guide to references and
resources. Boston: G.K. Hall, 1979; Stuart Galbraith The
Emperor and the Wolf. The Lives and Films of Akira Kurosawa and Toshiro Mifune.
Londres: Faber & Faber, 2002; Mitsuhiro Yoshimoto Kurosawa. Film Studies
and Japanese Cinema, Durkam: Duke University Press, 2000; Stephen Prince The
Warrior's Camera, Princeton: Princeton University Press, 1999; Donald
Richie & Joan Mellen The Films of Akira Kurosawa, Berkeley and Los Angeles: University of
California Press, 1999.
Post a partir del artículo “El 'efecto Rashomon'. Análisis filosófico para el centenario de Akira Kurosawa" by G. Mayos in Convivium. Revista de Filosofía, Barcelona: Universitat Barcelona, núm. 23: 209-233 (2010). També en català a "Rashomon o la veritat múltiple. Cinema i experiències vitals incommensurables" de G. Mayos en Art i filosofia, Barcelona: La Busca, 2011, pp. 195-234.
Véanse los restantes posts:
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