Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Dec 24, 2018

CONFLICTO Y VIDA FRENTE REFLEXIÓN Y VERDAD


Probablemente gran parte de la genialidad del guión de Shinobu Hashimoto y Kurosawa en Rashomon estriba en unir las dos narraciones de Ryunosuke Akutagawa bajo la débil unión de dos personajes: el monje (que significativamente siempre se mueve tangencialmente a los hechos) y el leñador (que presencia secretamente los hechos y, aunque la legitimidad de su testimonio se verá casi destruida, finalmente recuperará credibilidad).
 

Ahora bien, nosotros queremos destacar sobre todo la genial estructuración de la película[1] y como responde a la dicotomía que hemos mostrado en Hegel. Es totalmente decisivo el profundo y constante contraste entre sus dos grandes escenarios y problemáticas que, además, están vinculadas como las dos caras de una misma moneda: el bosque y el templo-puerta.

Por una parte, el bosque donde se producirá la vivencia personal, subjetiva, contrastada, conflictiva, incluso violenta y cruel, y que acabará bajo el aplastante dominio del “efecto Rashomon”. Por otra parte, el templo-puerta japonés donde se producirá la distanciada, pero también angustiada, reflexión teorética para determinar –objetiva o intersubjetivamente- la verdad de lo sucedido en el bosque; e incluso para legitimar, hacer posible o, al menos, abrir una esperanzada puerta a un futuro no vacío de verdad.


Kurosawa resaltará conscientemente y con gran ingenio el contraste entre el frío y lluvioso escenario de un viejo y semidestruido templo-puerta, y el cálido y extrañamente luminoso bosque. Así, Kurosawa mandó mezclar tinta con el agua para acentuar la visibilidad de la lluvia torrencial y omnipresente que cae sobre el templo donde se han refugiado los que reflexionan sobre el “efecto Rashomon” y las narraciones incompatibles. En cambio, en las escenas del bosque y puesto que faltaba luz dada la sensibilidad de las películas de la época, Kurosawa filmó las escenas iluminadas por grandes espejos, pero haciendo pasar sus reflejos por entre el follaje. Así, además de conseguir una luz cálida y veraniega, le da una gran verosimilitud, contraste y evita el efecto artificial de una luz directa y plana. 

Además Kurosawa aumenta el contraste al inicio de la película, pues el vivaz e incluso alegre “galope” del leñador (aunque progresivamente inquietante a medida que encuentra unos rastros dispersos) bajo la música del bolero de Ravel resalta la tradicional simbología misteriosa y mágica del bosque, y además enlaza con el erotismo bucólico con que el bandido yacente y medio dormido descubre la dama del samurai a caballo, cubierta de un etéreo velo blanco que el viento levanta levemente para despertar su deseo. Por unos instantes parece que nos encontremos ante el inicio de una idealizada fábula fantástica, pues en ese momento todavía no se ha manifestado la magnitud de violencia y apasionamiento del drama vivido en el luminoso bosque. Ello contrasta aún más con el sorprendente, angustioso y en ese momento inexplicable silencio (que luego veremos que oculta grandes dudas, dilemas y secretos) del leñador y el monje en el templo bajo la lluvia.

Los sencillos pero muy ingeniosos y potentes efectos especiales no pasaron desapercibidos en su época, así como el gran y significativo contraste que con ellos consiguió Kurosawa. Incluso facilitaron una interpretación de la película que resaltaba el contexto social postbélico en el Japón derrotado y todavía ocupado por los Estados Unidos[2]. Así se interpretó bastante generalizadamente que la cálida, luminosa pero violenta parte en el bosque simbolizaba el Japón tradicional y milenario, mientras que el semidestruido y lluvioso templo simbolizaba el Japón contemporáneo y postnuclear. La lluvia negra (pues como hemos dicho, Kurosawa mandó mezclar el agua con tinta) fue asimilada a las cenizas de las bombas atómicas sobre Hirosima y Nagasaki[3]. 

Desde esa perspectiva, la película adquiría el sentido de una contundente crítica a la historia vivida por el Japón, ya sea por su cruel destino frente a la avanzada tecnología occidental, ya sea por su peligrosa evolución interna pues, el conflicto en el bosque mostraría que no había estado fiel a sus propios valores. En cualquier caso, de alguna manera, Rashomon sería interpretado principalmente desde el desastre de la guerra mundial, la derrota y la bomba atómica, a las que aludiría la destrucción del templo, de la misma manera que la negra y persistente lluvia aludiría a la caída de las cenizas radiactivas.
 

No descartamos esta interpretación, pero preferimos otra más amplia que, da cuenta de muchos elementos de la película que la anterior interpretación neglige y le da mayor contenido filosófico. Además evita caer en los habituales tópicos que analizó a Orientalismo Edward W. Said. Así los occidentales tienden a interpretar las aportaciones ajenas en función de Occidente o de unas pocas claves históricas siempre las mismas[4]. 

Por otra parte y en sus artículos ya citados, tanto Tadao Sato como Keiko McDonald analizan pormenorizadamente los aspectos formales y simbólicos del contraste buscado por Kurosawa, especialmente entre luz y oscuridad. Coincidimos en su importancia, pero discrepamos de la tesis principal tanto de uno como de otro. Tadao Sato apunta que la luz –en el bosque- significa en contra de lo habitual el mal y el pecado.

Tiene razón en que el deseo del bandido es despertado por el insinuante contraluz con que ve por primera vez a la dama y afirma que ésta se le entrega finalmente cuando es iluminada por el sol. Por su parte McDonald le contraargumenta que propiamente se le entrega justo cuando el sol se desvanece. Por tanto MacDonald considera que, coherentemente con la tradición ilustrada, la luz simboliza en Rashomon más bien bondad y razón, mientras que la oscuridad simboliza mal y instintividad.
 

Ahora bien, nosotros interpretaremos el consciente y forzado contraste que comentamos, desde la dualidad que hemos mostrado en Hegel entre vida y reflexión, experiencia personal y especulación epistemológica, implicación apasionada y crítica filosófica, entre los contrastados colores de la vivencia inmediata y los grises tonos del distanciado debate conceptual, entre el calor del conflicto vital y la frialdad del conflicto teorético... Los contrastes formales, luz-penumbra, calor-frialdad, día-noche, verano-lluvia... que oponen el bosque con el templo-puerta, remiten a dos tipos (muy vinculados pero distinguibles) de conflicto y de realidad. En el templo-puerta se discute sobre la verdad o legitimidad de los relatos y los fenómenos que presuntamente acontecieron en el bosque, ciertamente con un apasionamiento y una violencia que ya no se pueden evitar o, ni tan siquiera, suavizar. 


[1] Nos referiremos siempre y citaremos los diálogos por la versión en DVD de Rashomon de Akira Kurosawa en DeAPlaneta y Orient Express, Depósito Legal: B-17.756-2004, duración aprox. 90’, blanco y negro.
[2] Es el caso, por ejemplo, del artículo ya citado de James F. Davidson "Memory of Defeat in Japan: A Reappraisal of Rashomon", cuya interpretación ha sido muy influyente al ser una recepción muy temprana de la película, pues fue publicado en 1954.
[3] Es, por ejemplo, la interpretación que se da en el reportaje japonés y canadiense de 1995 Hiroshima, dirigido por Koreyoshi Kurahara y Roger Spottiswoode, con guión de John Hopkins y Toshiro Ishido, 186 min.
[4] Por esta tendencia Rashomon es interpretada desde la perspectiva de la 2ª Guerra mundial, la ocupación norteamericana y sus secuelas, de manera similar a que la mayor parte de las películas españolas se interpretan en relación con la Guerra civil y sus secuelas.


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