Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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ht tp://orcid.org/0000-0001-9017-6816 : BOOKS , BOOK CHAPTERS , JOURNAL PUBLICATIONS, PRESS, Editor, Other translations, Philosophy Dicti...

Dec 24, 2018

HEGEL, LA LECHUZA DE MINERVA Y RASHOMON


 
La película Rashomon[1] de Kurosawa está toda ella estructurada por una significativa dualidad[2]. Más allá de los tres escenarios, las dos tripletas de personajes, las cuatro versiones de unos mismos hechos y las cuatro partes a distinguir en el desarrollo de la película, el gran dilema se da entre vivir y reflexionar, entre experimentar agonistamente y demostrar lógicamente.

Esa duplicidad abismal la ha formulado profunda y bellamente Hegel en el Prefacio a su Filosofía del derecho aunque, mucho antes, ya había definido los dos grandes recorridos que dan sentido a su Fenomenología del espíritu.
 

En una parte de la dualidad, nos encontramos con las acuciantes experiencias personales, vitales, subjetivas e incluso violentas de unos acontecimientos (en Rashomon: el crimen y la violación cometidos en el bosque). Intercalados como sucesivas declaraciones ante la justicia, esos hechos son narrados en primera persona y desde su punto de vista por los tres implicados (bandolero, dama y samurai) y –más tarde- por un oculto observador. Como esos relatos se muestran totalmente incompatibles e inconmensurables entre sí, desorientan y amenazarán la posibilidad de la verdad como tal.

Los hechos reales tienen que ser únicos y los mismos, pero los relatos son incompatibles y parecen imposibilitar que emerja una verdad única e incuestionable. Ésta es la cuestión de la segunda parte de la dualidad que marca las disputas de tres personajes más en el templo-puerta y bajo la espesa lluvia. Aquí surge otro tipo de conflicto –ahora filosófico y en apariencia exclusivamente teorético- que será objeto de riguroso escrutinio reflexivo, pero también de angustioso debate.
 

Un cínico recién llegado, pese a su explícito desprecio para con la verdad y su búsqueda, impulsa ese debate entre dos testigos del interrogatorio de la justicia. La voluntad de verdad y la confianza en humanidad de ambos se ha visto amenazada por los relatos incompatibles entre sí e inconmensurables con una única versión que se pudiera considerar “la verdadera”. Curiosamente el cínico resulta clave para que avancemos y la película llegue a un desenlace mínimamente esperanzador, auque por momentos amenace con devorarlo todo en el peor de los nihilismos.

Ahora bien ¿cómo superar el “efecto Rashomon” de los relatos incompatibles y recuperar unas mínimas bases para reestablecer las condiciones de verdad, fiabilidad y legitimidad de una verdad objetiva que valga para todo el mundo? ¿Es posible determinar la superior fiabilidad de un testimonio por encima de aquellos otros que ofrecen relatos absolutamente incompatibles e inconmensurables entre sí? ¿Cómo debería ser ese testimonio y en qué basaría su legitimidad superior? Ese es el tema de la película que nos ocupa y también un objetivo mayor que, como hemos visto, afecta a la epistemología, la antropología y la filosofía.
 

Analicemos las causas del “efecto Rashomon” y como éste afecta a los testimonios enfrentados. Hegel argumenta que hay un tipo de testimonio que, marcado totalmente por su punto de vista personal, es incapaz de trascender su rol inmediato y vital, y por tanto no puede alcanzar la perspectiva objetiva (Hegel usa el término “absoluta” pues dará origen al “saber absoluto” de la Fenomenología)[3]. Es incapaz, pues, de superar su “yo” y su determinación particular –aunque tenga origen social- que lo aísla del todo; no pudiendo adoptar la perspectiva del “nosotros”. Ésta –dice Hegel- no es tan sólo colectiva sino que, especialmente, incluye la perspectiva epistémica desde el todo, desde la totalidad que deviene dialécticamente[4], y por lo tanto se reviste de la absolutez que debe caracterizar a la verdad. 

El “efecto Rashomon” sólo se puede soslayar en la medida que, sin invalidar las perspectivas vitales personales de los agentes implicados[5] (pues no olvidemos que éste es el único posible punto de partida), se consigue una perspectiva global que, integre y justifique aquellas perspectivas vitales, a la vez que ofrezca otra de mayor garantía y legitimidad. Sin duda estamos ante una vieja y constante aspiración filosófica, al menos desde que Pitágoras argumentara que, aquellos que van a las olimpíadas a contemplarlas teoréticamente, adquieren de ellas un conocimiento superior a aquellos otros que van a ellas movidos por un interés más inmediato y personal, ya sea para competir y ganar fama, ya sea a negociar o aprovecharlas para vender.

Para Pitágoras la distanciada contemplación teorética era la auténtica actitud filosófica y la única garantía de acceder a la verdad completa y rigurosa del hecho olímpico, mientras que todas las demás quedan prisioneras de la muy concreta opción e interés de los participantes. Éstos tendrán sin duda su personal e incuestionable vivencia, que debe ser tenida en cuenta, pero tan sólo el distanciado contemplador filosófico (coinciden Pitágoras, Hegel y Kurosawa) podrá acceder a un conocimiento verdadero o máximamente certero de la completa realidad sucedida.
 

Ahora bien, ello obliga a que el debate y reflexión propiamente filosóficos sólo puedan producirse “post festum” y “post factum”, pues como dice bellamente Hegel: “la lechuza de Minerva” (el símbolo de la filosofía) “tan sólo inicia su vuelo con la irrupción del anochecer”[6]. Es decir –argumenta Hegel-, “la filosofía llega siempre tarde. En cuanto pensamiento del mundo, sólo aparece en el tiempo después que la realidad ha culminado su proceso de formación y ha sido completada. Lo que enseña el concepto, lo muestra la historia con igual necesidad: sólo en la madurez de la realidad aparece lo ideal frente a lo real, y erige a aquel mismo mundo, aprehendido en su sustancia, en la forma de un reino intelectual. Cuando la filosofía pinta gris sobre gris, entonces una forma de la vida ya ha envejecido, y con gris sobre gris no puede ser rejuvenecida, sino sólo conocida.”[7]
 
Pareciera que Kurosawa o su coguionista tuvieran noticia de este texto y de la idea de Hegel[8], pues ciertamente la película Rashomon se estructura en una estricta dualidad, tanto de contenido como de presentación visual, que recuerda estrictamente la que acabamos de citar en Hegel. Veamos como estructura visual y temáticamente la película Rashomon, esa dualidad mencionada.


[1] Destacamos los artículos recogidos con muy buen criterio por Donald Richie (ed.) en el libro Rashomon, New Brunswick: Rutgers University Press, 1987: James F. Davidson "Memory of Defeat in Japan: A Reappraisal of Rashomon" pp. 159-166; Stanley Kauffman "The Impact of Rashomon", pp. 173-177; Keiko McDonald "The Dialectic of Light and Darkness in Kurosawa's Rashomon", pp. 183-192; Donald Richie "Rashomon", pp. 1-21; Tadao Sato, "Rashomon", pp. 167-172; y Parker Tyler, "Rashomon as Modern Art", pp. 149-158.
[2] Com diu Rafael Granero, la podríem comparar amb “12 Angry Men [1957} o ‘Dotze homes sense pietat’ que apunta en sentit contrari: com la raó raonable va eliminant les emocions (que generen prejudicis).
[3] Ramon Valls Plana contrapuso brillantemente ambas perspectivas, que Hegel en la Fenomenologia del Espíritu vincula dialécticamente, en Del yo al nosotros (Lectura de la Fenomenología del Espíritu de Hegel), Barcelona: Estela, 1971.
[4] Obviamos explicar aquí ¿por qué Hegel la define como “espíritu universal”? Una fórmula acusada de ingenuamente “idealista” por “materialistas” como Marx. Al respecto véase G. Mayos (2007) Hegel. vida, pensamiento y obra, Barcelona: Planeta DeAgostini y (1989) Entre lògica i empíria. Claus de la filosofia hegeliana de la història, Barcelona: Editorial PPU.
[5] Aunque se trata de un criterio tremendamente exigente, no podemos sino estar de acuerdo con el principio director formulado por Quentin Skinner: "De ningún agente puede decirse finalmente que haya dicho o hecho algo de lo que nunca se lo pueda inducir a aceptar que es una descripción correcta de lo que ha dicho o ha hecho.” Citado por R. Rorty  en R. Rorty, J.B. Schneewind y Q. Skinner (comp.) La filosofía en la historia. Ensayos de historiografía de la filosofía, Barcelona, Paidós, 1990: 70.
[6] G. W. F. Hegel Grundlinien der Philosophie des Rechts oder Naturrecht und Staatswissenschaft im Grundrisse, Helmut Reichelt (ed.), Frankfurt/M: Ullstein Buch, 1972: 14. La traducción es de G.M.
[7] Ibidem.Principios de la Filosofía del Derecho o Derecho Natural y Ciencia Política, Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1975: 26. Quizás algo parecido sucede cuando comparamos dos formas de mirar-ver y de encarar la màgia del cinema (el “viatge immòbil” del que parla Noël Burch, o la “suspensión voluntaria de la incredulidad”, en paraules de Coleridge): a la porta Rashomon (que existeix a Kyoto) Kurosawa força l’efecte diegètic (aquell que permet que ens “creiem” que el que veiem l’estem mirant: La diferència entre ‘veure’ i ‘mirar’ és entre una posició acrítica i una crítica, entre un estar passiu i un d’actiu. Mirar crea món, La màgia del cinema ens convoca a veure, abans que mirar: mira el director, i nosaltres veiem a través de la seva mirada. Només si el director vol, i això serà a costa de trencar la màgia del cinema, serem convocats a mirar. Amb tot, sempre podem intentar mirar: serà un esforç que, òbviament, tindrà un cost: perdre la màgia. la “suspensión voluntaria de la incredulidad” que permet veure cossos reals on no hi ha res més que imatges–, és la condició de possibilitat per a la “creación [a través de la diegetización que la mirada del director provoca i convoca] de un mundo autónomo, clausurado y homogéneo que se explique a si mismo” (Noël Burch)
[8] No nos consta explícitamente pero no podemos descartar que Akira Kurosawa tuviera algún conocimiento de estos aspectos de Hegel, pues tuvo una excelente formación (su padre era maestro) y tenía muy buen conocimiento de la cultura occidental. Estudió literatura rusa y occidental que puede constatarse sin ninguna duda en sus obras inspiradas en Shakespeare (Trono de sangre adapta Macbeth, Ran se basa en El rei Lear y Los malvados duermen bien s’inspira en Hamlet), Tolstoi, Dostoievski (El idiota), Gorki (Bajos fondos) o Georges Simenon (el comisario Satô de Perro salvaje se basa en Maigret). Véase Akira Kurosawa (trad. Michel Chion) Comme une autobiographie en Cahiers du cinéma, 1997.

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