ht tp://orcid.org/0000-0001-9017-6816 : BOOKS , BOOK CHAPTERS , JOURNAL PUBLICATIONS, PRESS, Editor, Other translations, Philosophy Dicti...
Muchas veces, la vida parece separar más que unir a la gente, pues confronta sus deseos, intereses y -en definitiva- sus experiencias y valores personales. Por ejemplo, cuando hay un solo paracaidas en un avión en caída libre y varias personas que lo necesitan para sobrevivir, la ética y la racionalidad xoca con los impulsos y pasiones. Y evidentemente luego en un posible juicio, cada uno mostrará su 'verdad' personal que contrastará con la de los demás.
En Rashomon, el bosque es el escenario de las vivencias personales, subjetivas, contrastadas, conflictivas, incluso violentas y crueles, sobre las cuales disputan los personajes, reivindicando su punto de vista y evitando cualquier acuerdo. Se trata del llamado “efecto Rashomon”[1] que el antropólogo Karl G. Heider[2] define como la subjetividad en la percepción y la memoria, que se evidencia cuando testimonios de un mismo acontecimiento pueden ofrecer relatos o descripciones de éste substancialmente distintos pero, sin embargo, igualmente plausibles[3].
Analicemos y distingamos ahora el desarrollo tanto de la tornasolada acción vital y subjetiva en el bosque, como de la posterior reflexión conceptual. Veremos que -como dice Hegel- cuando la lechuza de Minerva levanta su vuelo filosófico en el añochecer supera las subjetividades, limitaciones, particularidades, alienaciones y conflictividades, así como también el juicio del ‘espíritu objetivo’ de por ejemplo las instituciones estatales.
En Rashomon la reflexión filosófica levanta su vuelo -como la lechuza- en la oscuridad de un típico y destartalado templo-puerta japonés, donde se congregan bajo una fuerte lluvia ´dos personajes terriblemente afectados: un monje y un leñador. Como muchos debates filosóficos, todo comienza cuando el último se exclama: “no lo entiendo”, “no entiendo absolutamente nada”. Y el monje, obstinadamente cabizbajo, afirma que han presenciado algo muy sorprendente y “horroroso” pues, “después de haberlo visto, no creo que pueda confiar en nadie más”.
Con total consciencia, Kurosawa decide no concluir su película Rashomon con esa realista y desmitificadora versión del leñador y filma una cuarta y última parte. ¿Por qué? A pesar de ser el leñador -en tanto que espectador neutral- quien daría la interpretación objetiva y "real" de los hechos, también éste podría mentir.
Por eso, riendo, el cínico afirma que seguramente su relato es el más creíble, pero niega que tenga mucho más valor que los otros. Cuando el leñador proclama indignado por ser puesto en duda: “es la verdad, lo vi con mis propios ojos”, el cínico sentencia que “ningún mentiroso dice que lo es” y desconfía de la "credibilidad" del leñador. Mientrastanto, desesperado, el monje lamenta desconsoladoramente que “si no puedes creer en las personas, el mundo es un infierno”.