Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Mar 14, 2014

CAPITALISMO MONOTEMÁTICO Y EXTIMIDAD


¿Somos seres humanos escindidos de nuestra sociedad? ¿Estamos condenados a una subjectivación de ese tipo, solipsista? ¿Hegel lo niega pero hasta donde le conduce su negación? ¿Hasta qué punto Hegel se pliega al capitalismo, como se plegó ante el Estado? ¿Ofrece Hegel herramientas para criticar a la sociedad capitalista contemporánea? ¿Cuáles? ¿Merece la pena recordarlas o recuperarlas? 

Me pregunta el profesor peruano Miguel Ángel Nación Pantigoso: “Con respecto a lo que hemos estado hablando. A saber, la subjetividad como en proceso de realización dentro de la existencia. Una subjetividad que se realiza en el actuar. Me viene una inquietud. Mi pregunta es: ¿Desde la perspectiva hegeliana podemos considerar que la formación de la subjetividad es un evento político?” 

Y yo contesto: Sí, devenir sujeto es un proceso esencialmente social y político. No nos constituimos en sujeto, en yo, en lo que queramos…, solos. Eso es una gran verdad hegeliana que hemos asumido todos en la historia. Nos constituimos en lucha y en diálogo, pero no solos. No hay una subjetividad dada, previa, que nos es dada para que nosotros la embellezcamos con unos pequeños matices. Es algo muchísimo más profundo y complejo, que algunos piensan más como lucha y duro combate, y otros más como diálogo creativo. 

En todo caso, tenemos que aprender a ser, buscando en el fondo de nosotros. No en el solipsismo aislado, sino en interacción, que a veces puede ser violento choque. Sin embargo en ambos casos es nuestra responsabilidad. Al final somos nosotros mismos los responsables de nuestra historia ¡a pesar de todos los crueles avatares que sin duda nos han acaecido!  

A veces les digo a mis alumnos —cuando se quejan en demasía— que al final cada uno es responsable de su vida. Quizá en la infancia no; mucho puede ser culpa del padre, de la madre, de la sociedad... Pero llega un momento en que tienes que hacerte cargo de eso y superarlo o claudicar bajo ello, etc.  

Hoy se ha introducido un neologismo que es la “extimidad”. Tiene que ver con la sensación de intimidad que tenemos cuando usamos Internet o las redes sociales, olvidando que en realidad allí cualquier acto se proyecta a mil millones de sitios, miradas, replicadores, archivos, memorias humanas o mecánicas, observadores... Internet es un nuevo tipo del panóptico planteado por Jeremy Bentham y revalorizado por Michel Foucault. 

Por eso, alguien que le envía a un amigo íntimo un desnudo o una escena inconveniente, corre el riesgo que ese –incluso sin mala intención- se lo envíe a otro y, a partir de allí, cualquiera lo puede ver, copiar, reenviar, archivar… En síntesis, lo que parecía un acto de intimidad, ahora debido a las tecnologías de la comunicación se exterioriza a un nivel impensable hace poco. Lo que parece intimidad en realidad es público o puede serlo; es “extimidad”. 

Bueno pues, a pesar que aprecio las novedades y facilidades que introduce Internet, diría que los humanos siempre hemos estado en situación de “extimidad” y que la intimidad se construye desde fuera, en diálogo con y desde fuera. Porque el hablar es ya exteriorización y “ex-posición” (literalmente: poner fuera). Por eso significativamente asociamos “exponerse” a “arriesgarse”, a “correr un riesgo” o “exponerse” a un peligro. Cuando decimos «me he expuesto», no decimos simplemente que hemos expresado públicamente algo íntimo, sino también que –con ello- hemos corrido algún tipo de riesgo.  

Es inevitable. Vivir, incluso construir la intimidad o la subjetividad, es exponerse, ponerse fuera, correr riesgos… Ciertamente pueden ser muy diversos: desde hacer el ridículo, a que te rechacen o ser condenado (a veces incluso judicialmente) por haber dicho o hecho algo políticamente inaceptable. Hay que saber qué riesgos vale la pena correr y por qué? Pero en todo caso es inevitable arriesgarse a “ex–ponerse” y “ex-presarse”, pues sólo así nos construimos y llegamos a saber quién somos. Eso también es dialéctica hegeliana, tenemos que aceptar que ese mundo es “nuestro” mundo, que es también nosotros, al menos de la forma en que lo hemos vivido. 

Miguel Ángel Nación continua preguntado: “Teniendo en cuenta que la subjetividad se construye en diálogo, o mejor, desde la exterioridad —porque el diálogo parece ser una situación ideal de convivencia. Teniendo en cuenta, además, que la categoría de reconocimiento ha planteado la formación de la subjetividad como una exigencia de justicia, ¿De qué manera incluye esto una crítica al capitalismo? ¿Qué tipo de emancipación podemos encontrar a partir de Hegel?” 

Y continuo respondiendo: Como tenemos poco tiempo intentare contestar muy rápidamente. Hay que avisar que Hegel vive en un capitalismo muy incipiente. Su sociedad era una sociedad señorial tardía con algunos grupos de burguesía comercial, burocrática y financiera. Tiene poco conocimiento del capitalismo industrial. Del financiero y comercial tiene más información y experiencia, pero no del industrial, ni del gran capitalismo internacional que luego ha venido 

Ahora bien, Hegel era un pensador profundo y creo que, en primer lugar, le molestaba la simpleza del capitalismo. En el sentido que, muchas veces, el capitalismo minimiza la complejidad de la existencia humana. El capitalismo ha centrado toda la problemática humana en productividad y economía. Muy al contrario, Hegel es un pensador de la totalidad y de la vida antropológicamente compleja que la humanidad ha ejercido en la historia.  

Piensen ustedes que tesis como la muerte del arte o la muerte incluso de la religión son hegelianas. Hegel piensa que el arte, cuando no intenta expresar lo absoluto —y por tanto cuando se aleja de la religión—, es un arte falso. El arte actual -que es medido por los mercados y tiene sobre todo valor económico- sería para Hegel un no arte, un antiarte. Y Hegel haría críticas similares a la religión, la filosofía, el Estado (hoy también esclavo de lo económico), la familia y muchas otras facetas humanas. 

El capitalismo solo valora y piensa una parte de lo humano, el homo economicus, el homo faber, el homo laborans, el homo industrioso. Últimamente se ha añadido (como otra cara de lo mismo) el homo consumista, el hedonista perpetuo y más inmediato… En todo caso hay muchas realidades humanas que resultan cada vez más impensables, por ejemplo la religión; pues la auténtica religión para el capitalismo es el dinero, la producción y la acumulación. Entonces, lo nouménico, lo religioso no puede ser pensado por el capitalismo; y si lo piensa, lo hace en términos fenoménico-cuantitativos de “muchísimo dinero junto”. Otro ejemplo de lo que no puede pensar en su especificidad el capitalismo es el vínculo comunitario.  

Para Hegel la complejidad de niveles de lo humano no puede reducirse al mínimo común denominador de lo económico (lo que Marx llamará “valor de cambio”), que es precisamente lo que hace el capitalismo. Éste tiene tanto éxito porque alaga una parte de lo humano, pero en cambio los otros aspectos también humanos, los minimiza, los olvida, los obvia, ni se da cuenta que existen o les pone precio.  

El capitalismo viene a decir: «¿A usted le gusta eso? Pues, vale tanto, y tendrá que trabajar mucho para “tenerlo” o poder dedicarse a ello”. En el capitalismo, no se contempla la totalidad humana, solo una parte y se fuerza a reconducir aquella complejidad, al mínimo común denominador economicista y productivista. El muy hegeliano Herbert Marcuse, en El hombre unidimensional introdujo críticas en tal dirección, pero creo que no agotó la cuestión y que el viejo zorro Hegel todavía puede aportar importantes argumentos en todo ello.  

Esta es una crítica profunda. ¿Queremos vivir en un parque temático donde todo es dinero y todo es mera “tematización inauténtica” que se compra?; o ¿queremos vivir sinceramente lo humano en toda su diversidad? Hegel apuesta por pensar lo humano como un sistema macrofilosófico y totalizador donde todo lo digno de ser vivido y pensado tiene su sitio: la familia y la sociedad civil; lo psicológico y antropológico; el Estado y la política; la filosofía, la religión y el arte; la naturaleza, todos los aspectos de la ciencia, la lógica, etc.  

Creo que desde Hegel es clara esa crítica, aunque hoy en día no está quizás todo lo explicitada que conviene. Porque incluso al principal crítico del capitalismo -que es Marx- se le podría acusar de haber aceptado una reducción de lo humano a lo económico-productivo, a lo cual –incluso- reduce lo político. Hegel en cambio todavía tiene —como Spinoza— una perspectiva completa y “macro” de lo humano 

Es indudable que el capitalismo ha tendido a hipervalorar lo económico y la realidad productiva humana (que nadie niega que sea importante), mientras que en cambio olvida o minimiza muchísimas posibilidades de lo humano que nunca contempla. Además de la injusta distribución de la riqueza y de la muy excesiva miseria, incluso los grandes capitalistas se han convertido en pobres desgraciados, en ricos miserables y en “pobres niños ricos 

Y, bueno, hay más críticas, pero me parece que ésta, como mínimo, es de las importantes. Pues triunfar en el capitalismo es triunfar en un aspecto mínimo de lo humano. ¿Vale la pena triunfar en ese aspecto solo? Sin duda es importante trabajar, producir y tener en cuenta la economía, pues en caso contrario la gente se muere de hambre en este mundo tan cruel.  

Ahora bien, cuando uno se ha ganado legítimamente su sustento y –aún más- las sociedades son prósperas y productivas ¿no hay bastante con eso para poder dedicarse a todo lo demás? ¿No hay otros aspectos, necesidades y posibilidades humanas a explorar y satisfacer?  

Yo creo sí las hay, y que allí se abren muchos ámbitos que el capitalismo tendría que aprender a atender de otras maneras y sin limitarse a ponerle precio a todo y de ponerlo todo a la venta. Lo humano no debe estar en venta, es mucho más complejo y tiene otra condición. Creo que Hegel puede enseñar muchas cosas al respecto.

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