Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Feb 17, 2018

¿EMPIRISMO ESPIRITUALISTA Y LA LIBERTAD?


Santiago Clusella
La gran distinción moderna es la del sujeto y el objeto. Sin duda, es la dualidad que estructura y marca más profundamente el pensamiento moderno. Así se entiende el gran problema cartesiano de cómo justificar que el sujeto pensante, yo espiritual o res cogitans pueda conocer el objeto material o res extensa que existe independientemente del sujeto pensante.

Es el gran problema de como las ideas percibidas en la conciencia espiritual del sujeto pensante reflejan la realidad del objeto extenso, a pesar de la dificultad de pensar la afectación entre substancias distintas res cogitans y res extensa, pensamiento y extensión, sujeto espiritual y cuerpo material.


Esta compleja cuestión preocupó enormemente a empiristas del siglo XVII-XVIII como Francis Bacon, John Locke, George Berkeley o David Hume. Todos ellos coinciden en exigir que se fundamente la verdad del conocimiento del objeto a partir de los datos fenoménicos de la percepción que tiene el sujeto. Cabe decir que –simplificadamente- la esperanza era que se pudiera analizar adecuadamente la percepción humana comprobando su rigor, verdad, objetividad y neutralidad en el sentido de no modificar en nada relevante las características o qualias del objeto.

Ahora bien a medida que se analiza la percepción del sujeto humano de los objetos naturales, se evidencia que no cumple con esa neutralidad y objetividad. Al contrario hay análisis fenomenológicos y experimentales que demuestran que según los contextos y circunstancias el sujeto pensante humano tiene percepciones cualitativamente distintas del mismo objeto. Descartes pone un ejemplo muy sencillo que todo el mundo puede constatar: si toco el vidrio de mi ventana lo percibo frío con mis manos pero, si antes sumerjo mis manos en un cubo con hielo, entonces percibo el vidrio como tibio o incluso caliente.

Los filósofos y científicos modernos realizaron muchas experiencias y experimentos en tal sentido. Evidenciaban que la percepción del sujeto humano de un objeto dado no es siempre la misma, incluso más allá de eliminar variables circunstanciales. Por tanto no hay una percepción objetiva y neutral por parte del sujeto sobre el objeto. Al respecto y dentro del marco de la Naturphilosophie alemana, el gran literato y también agudo filósofo Johann Wolfgang von Goethe llevo a cabo un profundísimo análisis de la percepción visual humana, especialmente por lo que respecta a una teoría de los colores que muchas veces superaba la de Newton.

Así como analizó Goethe y hoy saben todos los pintores, un color en la cercanía de otro puede ser percibido de forma significativamente que junto a otro de diferente. Y se trata tan sólo de un sencillo ejemplo que todo el mundo puede constatar de las muchas y complejas evidencias sobre la complejidad de la percepción humana. A pesar de sus significativas diferencias Berkeley, Goethe y James, coinciden en concluir que la percepción no es perfectamente objetiva y neutral sino que el sujeto y la conciencia humanos intervienen proactivamente en ella.

En otros términos, el sujeto cognoscitivo y perceptivo humano tiene una clara implicación activa en la percepción obtenida del objeto. La conciencia humana no es meramente pasiva y receptiva sino proactiva y creativa en la percepción que tiene de la realidad. Psicólogos y neurocientíficos actuales han constatado y teorizado profundamente este hecho y por eso hay escuelas constructivistas de la percepción y del conocimiento humano.
 
En su excelente tesis el Dr. Santiago Clusella lo argumenta perfectamente y no me quedan dudas respecto a la intervención proactiva de la mente humana en la construcción de la percepción humana. Ahora bien, Santiago Clusella no solo habla en términos de proactividad, creatividad y construcción por parte de la mente humana de su conciencia, sino que también utiliza términos como “voluntad” y “libertad” en los procesos perceptivos.

Sin ninguna duda, los autores que estudia en su tesis, principalmente Berkeley, Goethe y James también lo hacían así. Creo que lo hacían porque luchaban en contra de la visión mecanicista, reduccionista y puramente materialista del sujeto humano y por tanto de su percepción y consciencia. La mayor parte de los autores modernos que analiza el Dr. Clusella parten de una visión contraria al monismo materialista y reivindican la condición claramente espiritual de al menos una parte del sujeto o yo humano.

De tal manera que muchos de los elementos, experiencias y experimentos que muestran la proactividad y construcción de la conciencia humana, eran considerados como “pruebas” de la espiritualidad del yo o sujeto humano, y así mismo de la posibilidad de una ciencia no determinista. Por eso y como pregunté al entonces doctorando Clusella, me sorprende que en muchos casos se evite cualificar alguno de esos filósofos como “empiristas espiritualistas” –como sería lógico dada su visión filosófica-.

Como vino a confirmar el profesor Juan Arnau, hay aquí un cierto temor a ser malinterpretado, considerado o valorado por gran parte de los estudiosos, que limita –me parece- la clarificación de las distintas perspectivas en pugna. Ciertamente la cuestión por mi planteada va seguramente mucho más allá de la tesis del Dr. Clusella. Pero como historiador de la filosofía moderna y como estudioso de algunas de estas cuestiones creo muy importantes la precisión terminológica y la valoración crítica y sin eufemismos de las distintas perspectivas.

Quizás vinculándose de alguna manera con el trasfondo último de esas cuestiones, considero bien atestiguado y que hay un sólido consenso sobre el carácter proactivo de la mente humana en la percepción. Pero creo que actualmente no hay el mismo consenso ni teorías suficientemente rigurosas respecto la demostración de la libertad humana y el poder de su voluntad. Algunos autores mezclan la proactividad en la percepción con la libertad y libre arbitrio humano pero, ni mucho menos todos.

Como aduje en mi intervención en el acto y se puede ver en el video de la defensa, tengo considerables dudas de que se puedan utilizar con pleno rigor y sin inducir a malentendidos esos términos de “voluntad” y “libertad” en los procesos perceptivos humanos. Aquí más bien constato que hay predeterminación, un cierto condicionamiento primigenio y  un impacto no opcional de lo que llamamos la “condición humana” respecto a lo que nos es perceptible, consciente o susceptible de constituir consciencia.

Para explicarlo en términos más sencillos y personales, allí me siento más bien “conducido” y “lanzado” a una determinada forma de percepción y de “ser en el mundo”. Y muy difícilmente puedo modificarla a voluntad o libremente. Ello no significa necesariamente que allí no sea libre ni carezca de valores éticos, pues propiamente esa manera de ser es la fuente de lo que entiendo mi libertad, los valores y la ética. Pero eso en absoluto quiere decir que pueda cambiarlos a voluntad por mucho esfuerzo que haga.

Naturalmente aquí es posible un uso más “ontológico” de voluntad y más “primigenio” de libertad en la línea de Shopenhauer o Nietzsche. Pero en tal caso hay que avisar y evitar con cuidado el uso de conceptos más “cotidianos” y menos “filosóficamente técnicos” de “voluntad y libertad”. Esos usos suelen estar demasiado vinculados con la posibilidad de elegir entre opciones que me son ofrecidas y ante las cuales tengo una relativa indiferencia, por lo cual hoy puedo “decidirme” por una y mañana por otra. Eso simplemente creo que no es el caso y que no hemos de confundirlo con todo lo que hemos estado comentando en este post.

El Dr. Santiago Clusella Mor analiza pormenorizadamente estas cuestiones junto con otras de Berkeley, Goethe, James y muchos otros en su tesis doctoral El debate sobre la conciencia en el pensamiento moderno y en la ciencia actual: Otras perspectivas. Dirigida por los profesores Juan Arnau y Octavi Piulats, recomendamos el excelente video de su defensa en la Universitat de Barcelona ante el tribunal formado por los profesores Àlex Gómez Marín, Vicente Bellver y Gonçal Mayos.
O. Piulats, J. Arnau, G. Mayos, V. Bellver y A. Gómez Marín

 

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