Humillación económica: cuando el ‘capital humano’ es desatendido
Quizás la humillación más compleja provocada por la COVID es la económica. Más que los economistas profesionales, fueron líderes políticos y opinadores los que, tan pronto como se declaró la pandemia, insistieron en la idea de que -para evitar que afectara la economía- no se tenía que regatear en términos de víctimas mortales o de patologías más o menos permanentes. Aceptaban una transacción errónea entre economía y muertes, pensando que éstas no son un peligro directo para la economía, si no tan solo por los efectos que provocan: miedo, retirada de los negocios, ausencias laborables, deflación de la producción y del consumo, etc.
Es curioso
que muchos defensores a ultranza de la economía coincidieron en no valorar
demasiado los costes en vidas y obviaron todo lo que sabemos respecto al
capital humano y las imprescindibles habilidades, saber hacer, tejido social,
emprendería, etc. necesarios para mantener en funcionamiento el sistema
económico. A pesar de lo mucho que usan los economistas el concepto de ‘capital
humano’, se quiso olvidar que las muertes no son solo un drama personal o
familiar, también son una inmensa tragedia social, aunque tan solo se piense
-egoístamente- en que volatiliza un ‘capital humano’ que ha costado
generaciones desarrollar. Y que encontraremos a faltar en el futuro durante
generaciones.
Con esa
estrategia se desolló gravemente, y sin ir más lejos, la obra del premio nobel
de economía del 1992, miembro de la Escuela de Chicago y uno de los economistas
neoliberales más importantes, Gary S. Becker (2009 & 1992). Sin ser en
absoluto radicales, él y sus discípulos han desarrollado el concepto de
‘capital humano’ y lo han aplicado a aspectos de la vida tradicionalmente
alejados como el matrimonio, la criminalidad o la muerte (Becker, 1992 y 2009).
El premio nobel, no sólo ha puesto de manifiesto la imbricación inseparable entre
lo económico y la vida de las personas, sino que además han puesto de
manifiesto las grandes pérdidas de competitividad y de eficiencia económica por
las discriminaciones laborales de ciertas razas, minorías, etc. Incluso, puso
de manifiesto los costes enormes que representan las muertes dentro de las
‘fábricas’ o ‘empresas’ que considera que también son las familias.
Y
naturalmente los miles y miles de muertes (además de otras patologías a veces
muy duraderas) como consecuencia del COVID destruyen muchas familias y
representan un brutal coste económico (además de humano) que las sociedades
tendrán que sobrellevar y recuperar durante años. Por tanto, al final, más allá
del alto precio personal y en seres queridos que a cada uno le haya tocado
pagar, las sociedades y todos nosotros también vamos a pagar un muy alto precio
en futuro económico y en deuda que pende sobre nuestros estados y países[1].
Sin entrar en
las consecuencias a largo plazo, es indicativo que Jorge Martínez e Ildefonso
Méndez (2009: 88) sitúen la VEV de las personas en España entre los 9’3 y los
2’3 millones de euros, valoración pretendidamente objetiva al resultar de las
“decisiones tomadas en el mercado de trabajo” y que están bastante por debajo
de los promedios de la Unión Europea y de países como Francia. Multiplíquense
estas cifras (por otra parte relativamente bajas) con las de los muertos por el
COVID y podemos tener una idea no exagerada de los costes que muchas veces no
se han querido tener en cuenta en el momento de plantear ingenuamente el
sacrificio de vidas para presuntamente ‘salvar’ la economía. No son bajos,
pues, los costes económicos de haber renunciado a llevar a cabo una prevención
y defensa eficaz en la ‘guerra’ en contra de la pandemia.
Evidentemente,
además hay que tener en cuenta los costes humanos, en sufrimientos sociales, en
vulneraciones éticas y de derechos fundamentales (que estamos estudiando Rubio
(2022) y yo mismo). Pero insisto en remarcar una tautología que lamentablemente
muchas veces se olvida: ¡no hay capital humano, sin humanos! El ‘capital
humano’ no es una abstracción ideal sin demasiado correlato real, sino una
manera de referirse conceptualmente a la ‘realidad’ compleja pero encarnada en
humanos vivos y que incluye sus conocimientos, habilidades, capacidades, expertices,
posibilidades, actuaciones, etc. dignas de ser valoradas como ’capital’ en las
empresas y las relaciones económicas. Por supuesto, todas esas potencialidades
de gran valor no pueden concretarse ni darse sin la vida corporal y real de las
personas que las han desarrollado. Y pensar lo contrario es un gran error. Al
menos hasta que la Inteligencia Artificial demuestre lo contrario (Mayos,
2021).
Por eso nos
gustaría concluir que la pandemia nos ha enseñado que, no prever la probable
‘guerra sanitaria’ y ceder ante malas soluciones, se paga muy caro y genera
retrasos y deudas que hipotecaran el futuro durante años. Y posiblemente, serán
mucho mayores que los recortes en salud pública y en el desmantelamiento de las
industrias nacionales llevados a cabo durante la llamada ‘era de la austeridad’
(González, 2022).
Pues
recordemos que, al principio de la pandemia, faltaban mascarillas, guantes y
protecciones médicas básicas; también médicos, enfermeros, hospitales, unidades
de cuidados intensivos, etc. Ello se produjo incluso en países muy avanzados,
pero también aquí hay diferencias entre los estados, las cuales tendrán
importantes consecuencias en el futuro. ¡No todo el mundo sale igual de la
guerra en contra de la pandemia, como también sucede con los conflictos
militares!
La
humillación económica provocada por el COVID comporta también una profunda
humillación política. En el apartado anterior, hemos visto que las malas
decisiones que tomemos ante una COVID, cuya amenaza todavía no ha desaparecido,
tendremos que pagarlas muy caras bastante tiempo después. Insistimos que
-aunque nos guste verlo así- esas consecuencias no son apariciones sorprendentes,
pequeñas e inescrutables de ‘cisnes negros’ sino de enormes, probables y muy
reales ‘rinocerontes grises’, que son claramente previsibles a medio plazo,
aunque no lo sean algunas de sus concreciones (digamos su tono de gris exacto,
pues el llamado ‘rinoceronte blanco’ es también gris).
Ahora bien,
en contra de lo que sería una gobernanza adecuada y de calidad, muchas
administraciones han actuado más lenta, reticente e insolidariamente de lo
inevitable. Confirmando una tendencia humana que tenemos que superar, al
principio quisieron creer que, si simulaban no ver el ‘rinoceronte’ de la
pandemia, esta desaparecería, se convertiría en un ‘cisne blanco’ o, al menos,
sería considerada un sorprendente e imprevisible ‘cisne negro’ ante el cual, o
bien, era imposible defenderse, o bien, era justificado quedar paralizado por
la ‘sorpresa’, o bien, era razonable sacrificar cuantiosas vidas humanas.
Olvidaban que
la política es para la polis y que esta es sobre todo el demos,
la población, la ciudadanía, la humanidad… Muchos políticos se negaron a ver
durante demasiado tiempo el poder destructor que tenía la pandemia en vidas
humanas, pero también en vida económica y degradación de los tejidos
productivos de la sociedad.
Quisieron
creer que era un incidente menor al que se podía aplicar la norma de que ‘el
espectáculo debe continuar’ o que el COVID no afecta ‘a los ‘valientes’, a los
‘fuertes’ y a los ‘arrojados’. Otras veces las apuestas eran más cínicas y
dignas de Giuseppe di Lampedusa y su consigna en Il Gattopardo: “¡Qué
todo cambie para que todo siga igual!”, con la secreta esperanza de que todo
cambiara para algunos, para que todo siguiera igual para algunos otros.
Pero ya hemos argumentado que en pandemias mundiales no funciona el cínico cálculo de sacrificar vidas, especialmente entre las víctimas habituales, para que la gran fiesta económica se mantenga. Pues todo el planeta -y concretamente cada país de acuerdo a cómo haya enfrentado colectivamente la guerra sanitaria- pagará su precio, incluso mucho más allá de cuando desaparezcan los últimos virus. Pues al igual que la Peste Negra en Europa o los patógenos que allanaron la colonización americana, los costes y efectos se alargaron más allá de las generaciones que los sufrieron más directamente. En la historia, hubo claramente un antes y un después de esas pandemias.
En términos
económicos y humanitarios, el COVID ha sido especialmente negativo sobre todo
porque no se previeron ni anticiparon las necesarias medidas tanto sanitarias
como económicas y políticas. Evidentemente, no me refiero a que se pudieran
prever los detalles, pero sí las muchas probabilidades de que se produjeran
pandemias y de que sus riesgos alcanzaran a toda la nación y a todo el planeta.
Pues, en la turboglobalización (Mayos, 2016) y en las actuales sociedades del
riesgo (Beck, 2006 y 2007), las crisis rápidamente llegan a todo el globo, es
imposible confinarlas estancamente y tienden a multiplicar sus efectos; porque
la humanidad entera las sufre prácticamente al mismo tiempo y la enorme
población ofrece muchas oportunidades para la mutación de los virus y el
agravamiento de las tendencias.
Al respecto
analistas tan moderados como Francis Fukuyama (2022) han denunciado aquellas
políticas que se mostraron excesivamente opuestas a cualquier reequilibrio de
la igualdad social. Recuerda que eran defendidas por el liberalismo clásico y
que solo se oponen a ellas, aquellos neoliberales más radicales, populistas,
‘iliberales’ (Mayos, 2020a y 2020b) y que en los EEUU suelen llamarse ‘libertaristas’.
Al respecto la tesis doctoral de David González (2022) bajo mi dirección está
haciendo un análisis global de los efectos que de esas políticas han tenido
constatablemente durante la crisis del COVID.
[1] Sobre
estas cuestiones agradezco las interesantes conversaciones mantenidas con los
professores brasileros Saulo P. Coelho y Francisco Tavares (UFG).
A partir del artículo de Mayos, G. (2023). ‘INCONSECUENCIAS ANTE DISTINTOS TIPOS DE GUERRAS. EL EJEMPLO DEL COVID-19’ en la REVISTA ESMAT, 15(25), 333–348. Recuperado de http://esmat.tjto.jus.br/publicacoes/index.php/revista_esmat/article/view/566
Veánse los posts: - COVID-19 Y LAS GUERRAS, - GUERRAS MILITARES POR ENCIMA DE LAS MÉDICAS, - COVID: HUMILLACIÓN EN DERECHOS HUMANOS Y MEDICINA, - ¿HUMILLACIÓN POPULISTA Y NEOLIBERAL?, - COVID-19 ES UN 'RINOCERONTE GRIS', NO UN 'CISNE NEGRO', - PREPARAR LA GUERRA CONTRA LAS PANDEMIAS
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