La pandemia no era un ‘cisne negro’ sino un ‘rinoceronte gris’
Reflexionando sobre el concepto que él creó, el analista y economista Nassim Taleb (2008) ha negado que pandemias como el COVID encajen con su teorización del “Cisne Negro" (Black Swan) y en ello coincide con otros autores como por ejemplo Bernard Avishai (2020). Pues, una pandemia de transmisión aérea por un coronavirus o el cambio climático no pueden ser considerados acontecimientos sorprendentes, inesperados o muy poco probables.
Actualmente la situación es radicalmente diferente a la de
los europeos de 1349 y de los amerindios de 1492, los cuales carecían de los
conocimientos científicos que hoy tenemos y ni tan siquiera sabían de la
existencia real de pueblos con capacidad para invadirlos desde más allá de los
océanos. Por eso no podían prever los virulentos gérmenes que llegarían a
través de la Ruta de la Seda o que llevarían consigo los conquistadores.
Ellos poco pudieron oponer y casi nada pudieron
preparar en su defensa, pues entonces esos gérmenes eran algo imprevisible como
enfatiza la metáfora del ‘cisne negro’. Remite a la sorpresa con que, después
de muchos siglos en que los cisnes simbolizaban la blancura impoluta, los
europeos encontraron en Australia los primeros cisnes negros a finales del
siglo XVII.
Ahora bien, no es equivalente el desconocimiento
y por tanto la imprevisibilidad de la Covid-19 en pleno siglo XXI, pues médicos
y epidemiólogos habían avisado reiteradamente de los riesgos. Una pandemia de
virus muy contagiosos aéreamente era a finales del 2019 algo previsible,
esperable, que se podía prever e incluso existían ya conocimientos sólidos para
poder ofrecer una defensa a su ataque que mitigara eficazmente su impacto. Por
eso, es lamentable la humillación que ha provocado en una humanidad demasiado
confiada e incapaz de preparar su defensa eficaz en lo humanitario, en lo
médico, en lo económico y en lo político.
Por tanto, el COVID no era ningún ‘cisne negro’ ni ningún fenómeno de grandes consecuencias socioeconómicas, pero que se considera (y aquí estriba el problema) altamente improbable de prever. Más bien encaja en el concepto paralelo y opuesto de “Rinoceronte Gris” (Grey Rhino), metáfora que remite a un evento también de enormes consecuencias pero, al contrario, con alta probabilidad de que pueda producirse, aunque algunos economistas o políticos incomprensiblemente rehúyan preparar la necesaria defensa, escudándose en que no son previsibles al detalle. Es una metáfora opuesta a la de Caleb presentada por Michele Wucker (2016) el 2013 durante la famosa reunión anual de Davos y que ha servido para denunciar la existencia generalizada, en política y en las empresas, de actitudes que menosprecian ciertos riesgos, por muy reales o probables que sean, bloqueando así cualquier lógica de defensa. Por eso, ante ese peligro real de guerra sanitaria, se optó por respuestas ingenuas del tipo: si temes la catástrofe, limítate a negar su posibilidad y la necesidad de defenderse de ella.
Insistimos en que no eran previsibles todos los
detalles del COVID, pero sí que lo era la aparición de algún virus similar, que
fuera muy contagioso, que se transmitiera por la vía aérea que es la más
peligrosa[1] y que, por
tanto, se convirtiera en una pandemia mundial imparable. Pues la regla de los
grandes números, la actual sociedad del riesgo y la turboglobalización avisaban
que era esperable algún tipo de pandemia de ese tipo, como se sabe que son
esperables -lamentablemente- las guerras o las crisis económicas.
Lo escandaloso es que sabemos al menos desde
Vegecio que, Si vis pacem, para bellum, pero insistimos culpablemente en
no reconocer que, si queremos evitar o superar rápidamente las crisis
económicas y sanitarias, hay que prepararse en su contra y elaborar alguna
defensa válida. Con lo cual, habría sido razonable que el homo sapiens
hubiera previsto líneas defensivas, ciertamente sin paranoias, pero tampoco sin
caer en la errónea vanidad de considerar invulnerable a la humanidad y a la
economía neoliberal. Tampoco habría que bloquear la economía o paralizar el
comercio mundial, pero sí prever mecanismos que minimizaran las peores
consecuencias y dar respuestas ágiles tan pronto como el ‘rinoceronte gris’
finalmente se produjera.
[1]
Sin menospreciar otras vías de contagio muy peligrosas como -por ejemplo- el
agua, que investiga muy acertadamente la doctora.
A partir del artículo de Mayos, G. (2023). ‘INCONSECUENCIAS ANTE DISTINTOS TIPOS DE GUERRAS. EL EJEMPLO DEL COVID-19’ en la REVISTA ESMAT, 15(25), 333–348. Recuperado de http://esmat.tjto.jus.br/publicacoes/index.php/revista_esmat/article/view/566
Veánse los posts: - COVID-19 Y LAS GUERRAS, - GUERRAS MILITARES POR ENCIMA DE LAS MÉDICAS, - COVID: HUMILLACIÓN EN DERECHOS HUMANOS Y MEDICINA, - ¿HUMILLACIÓN POPULISTA Y NEOLIBERAL?, - COVID-19 ES UN 'RINOCERONTE GRIS', NO UN 'CISNE NEGRO', - PREPARAR LA GUERRA CONTRA LAS PANDEMIAS
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