Humillación en los derechos humanos
El impacto de la pandemia en lo humanitario y en los derechos humanos es sin duda el peor, pues ha costado a todas luces demasiadas vidas, además de castigar especialmente a los más vulnerables, a las víctimas de siempre, las previsibles e incluso previstas. Aunque el virus no distingue entre personas, se ha dejado que sus consecuencias se ceben discriminatoriamente en ancianos, en los débiles, en los carentes de muchos servicios sanitarios, en los pobres y también en los que no pudieron apartarse del virus. Recordemos que muchos fueron llamados a luchar directamente y casi sin protecciones en contra del contagio desde el primer momento (que es siempre el más peligroso). Es el caso de cuidadoras y cuidadores, médicos y médicas, enfermeras y enfermeros, limpiadoras y limpiadores, etc.
Lamentable y
vergonzantemente, incluso ahora muchas personas no tienen acceso a las
protecciones que otros sí tenemos: por ejemplo, con las vacunas… Sabemos que
eso es muy peligroso en una pandemia, porque es vital evitar que el virus mute
en alguno de los afectados. Se han vulnerado derechos humanos tan básicos como
el derecho a la vida o a la salud. En Europa muchos ancianos han sido
abandonados a su suerte en las residencias. En Estados Unidos la tasa de
mortalidad entre los afroamericanos es muy superior que entre blancos wasp
(González, 2022). Y casos semejantes se han producido en todas partes del
mundo.
Incluso hemos
descubierto que, ya antes del COVID, existía una disciplina que ahora se ha
hecho más famosa: la ‘pandética’ (Macip, 2022; Selgelid, 2009; Rubio, 2022). Es
decir: el análisis de los cambios en los comportamientos éticos durante y a
consecuencia de las pandemias. Ya en 1947, el existencialista Albert Camus
mostró en su novela La Peste como las angustias de las pandemias distorsionan
la moralidad humana. Pues se ha podido constatar que ante alarmas tan
generalizadas y peligrosas se multiplican comportamientos que cruzan los
límites de la ética comúnmente aceptada.
En concreto,
muchos protocolos rigurosamente establecidos fueron relajados por la urgencia,
la angustia y el desespero vividos. En los momentos más cruciales se tomaron
decisiones apresuradas y por razones humanitariamente deficientes sobre muchas
vidas.
Nos
limitaremos a apuntar tan solo un generalizado uso deficiente del protocolo muy
extendido a nivel mundial que cuantifica estadísticamente el valor de la vida
humana, mediante un cierto análisis de coste-beneficio. Se llama “Valor
estadístico de la vida” (VEV) y cuantifica “la valoración monetaria que la
sociedad atribuye a evitar que uno cualquiera de sus miembros fallezca”
(Martínez & Méndez, 2009). Pues bien, podemos entender que sean protocolos
y fórmulas cuantitativas necesarias para lograr una mayor eficiencia de las
políticas y gastos públicos. No obstante, también es algo preocupante
éticamente y en relación con los Derechos fundamentales, que se apliquen de
forma habitual, obviando el valor absoluto de la vida humana y relativizándola
en función de expectativas económicas. Pero resulta -además- que durante la
pandemia simplemente se aplicó sin control una versión mucho más simple. Y de
forma generalizada las decisiones sobre quien había de morir y quien vivir en
casos de escasez de camas, respiradores, cuidados, etc. se tomaron descontroladamente
y, en el mejor de los casos, por simple diferencia de edad.
Nuestra
generación deberá asumir la humillación vergonzosa de no haber sabido proteger
del COVID la vida y la salud de todos y en especial de los más vulnerables o
ancianos. En gran medida porque no se previó o no se quiso prever que, tarde o
temprano, se produciría una grave pandemia por virus de transmisión aérea. Algo
de lo que van llenos las historias de ciencia ficción, películas que todos
hemos visto y hasta incluso los cómics.
Como si
estuviéramos todavía en la edad media o en los inicios de la colonización
americana, se trató la posibilidad de la pandemia como un imprevisible y muy
excepcional ‘cisne negro’ y no como un escandalosamente grande y previsible
‘rinoceronte gris’. Retomaremos pronto esos sugerentes conceptos de la
economía.
El aviso médico desatendido
El COVID
también ha humillado médicamente a la humanidad pues, a pesar de los reiterados
avisos de los expertos y sin preparar adecuadamente la defensa de la salud pública
y del sistema sanitario, quisimos creer que siempre tendríamos una UCI que nos
salvaría, unas medicinas mágicas, suficientes médicos y los necesarios recursos
sanitarios.
La verdad es
que las vacunas exprés han resultado un éxito importante, incluso inesperado y
que es récord de velocidad en toda la historia. Pero ello no oculta que en el
fondo la humanidad ha jugado a la ruleta rusa, sin querer prever ni defenderse
adecuadamente de lo que era muy o bastante previsible. Todavía ahora
continuamos jugando a la ruleta rusa, evitando una distribución universal de
las vacunas que tiene un coste ridículo, frente a la tragedia que sin duda produciría una
nueva mutación aún más contagiosa que la Omicron.
Además, como
resalta el filósofo Edgar Morin (2020) y está actualizando detalladamente David
González (2022): el desmontaje del Estado del bienestar en la salud durante las
últimas décadas ha tenido que ser revertido a toda velocidad, generando los
gastos en sanidad más altos de la historia y, humillantemente, de manera
proporcional a los recortes que se habían llevado a cabo. Pues además de las
muertes que hubieran podido ser evitadas con una buena preparación de la
defensa sanitaria ante la COVID, hay que tener en cuenta que, las urgencias de
todo tipo que esta ha generado, han provocado que sean muchísimas las
patologías no bien tratadas y que dejarán secuelas.
Una vez más
vemos que, la falta de previsión inteligente y el haber renunciado a una
correcta defensa, han producido consecuencias terribles no solo humanitaria
sino también económicamente. Y además parecemos dispuestos a repetir el error,
ahora que estamos comenzando a experimentar de verdad las consecuencias
negativas en todo el mundo de un cambio climático del que llevamos décadas
siendo avisados, sin dar prácticamente respuestas inteligentes ni organizar la
defensa para esa batalla.
Y sabiendo
todos que, las pandemias, el cambio climático o las guerras globales (incluso
si se consigue evitar el uso de armas nucleares) terminan afectando a toda la humanidad.
Nadie puede considerarse sano y salvo, a pesar de que sin duda los grandes
damnificados serán los derechos humanos y que siempre unos lo pagarán más que
otros; en parte a causa del azar, en parte por la desigualdad
institucionalizada. Ahora bien, todos seremos severamente castigados por esas
‘guerras’ turboglobalizadas que nadie puede ganar.
A partir del artículo de Mayos, G. (2023). ‘INCONSECUENCIAS ANTE DISTINTOS TIPOS DE GUERRAS. EL EJEMPLO DEL COVID-19’ en la REVISTA ESMAT, 15(25), 333–348. Recuperado de http://esmat.tjto.jus.br/publicacoes/index.php/revista_esmat/article/view/566
Veánse los posts: - COVID-19 Y LAS GUERRAS, - GUERRAS MILITARES POR ENCIMA DE LAS MÉDICAS, - COVID: HUMILLACIÓN EN DERECHOS HUMANOS Y MEDICINA, - ¿HUMILLACIÓN POPULISTA Y NEOLIBERAL?, - COVID-19 ES UN 'RINOCERONTE GRIS', NO UN 'CISNE NEGRO', - PREPARAR LA GUERRA CONTRA LAS PANDEMIAS
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