Simplemente con los breves pero muy significativos datos anteriores se constata la incuestionabilidad del retorno de la influencia religiosa en la política y en los grandes conflictos masivos. Sin embargo, también incide en esos complejos macroprocesos sociales la superposición del eje del reconocimiento al tradicional eje de la redistribución, el crecimiento de las subjetivaciones autoexpresivistas y el cambio de ciclo de politizaciones post 1973-4 (Mayos y Morro, 2014). Este último es en general opuesto al ciclo progresista de 1945 a 1973 y es clave para el retorno político de la religión, que estamos analizando.
Precisamente en relación a este cambio de ciclos, perdieron poco a poco la hegemonía los partidos políticos ideologizados, estructurados disciplinariamente y movidos de arriba-abajo. Son partidos verticales donde las consignas ideológicas e incluso las órdenes emanan desde los líderes y cuadros profesionalizados hasta los “militantes” “de base”. Por eso chocan y les cuesta entenderse con los nuevos y muy distintos movimientos sociales autoexpresivistas, que suelen ser más informales y horizontalmente estructurados (Mayos y Morro, 2014).
Pese a que al principio parecía que la apuesta de los nuevos movimientos sociales (NMS) por el cambio de costumbres y la liberación sexual los oponía radicalmente a los preceptos religiosos, muchos de estos nuevos movimientos autoexpresivistas acaban enlazando con nuevos tipos de religiosidad. Su complejidad es notable y suele desorientar, pues a veces se muestran más espiritualistas y poco dirigidos comunitariamente pero –otras veces- resultan muy vinculados al integrismo, el ritualismo dogmático, el fundamentalismo e -incluso- el terrorismo.
Pese a que la denominada “venganza de Dios” (Kepel) sorprendió generalizadamente, hasta el punto de que los fenómenos socio-políticos asociados fueron minimizados por muchos analistas y se tarda en percibir muchas de las consecuencias, actualmente nadie niega el creciente impacto de la religión en las sociedades y la geopolítica. Naturalmente persisten interpretaciones y valoraciones muy contrastadas, pero muchos estudiosos ven en la revalorización de la religión una de las mayores victorias teóricas de Max Weber sobre Karl Marx y de Durkheim sobre Nietzsche.
Ciertamente en las últimas décadas, no solo no se ha confirmado del todo la “muerte de Dios” (aunque sí en aspectos como el advenimiento del nihilismo). Además, el complejo fenómeno sintetizado tras la metáfora de la “revancha de Dios” parece responder a un guion similar a un famoso graffiti que contraponía dos sentencias inversas de muerte. Una decía “¡Dios ha muerto! firmado Nietzsche”, la otra: “¡Nietzsche ha muerto! Firmado: Dios”.
En todo caso, hay que continuar estudiando el juego de las dos grandes metáforas que han centrado nuestro análisis. Tiene razón Georges Corm en que “hace solo treinta años, algunos elementos de este nuevo decorado (religioso) de nuestro universo no eran realmente visibles. Hoy estamos rodeados, atufados por su omnipresencia… Parece que es la identidad religiosa la que lo envuelve todo” y –añade humildemente- “Sin embargo, no sabemos cómo han llegado aquí”. Podemos añadir, pues, que tampoco está claro ahora mismo que el actual proceso de reforzamiento de lo religioso no pueda ser de nuevo reversible en un futuro más o menos próximo.
Así pues, hay que continuar analizando las causas de la sorprendentemente invertida relación entre, de una parte, una modernidad (“sólida” diría Bauman) marcada por los tres grandes procesos secularizadores y desacralizadores de la sociedad que hemos esbozado y que parecían conducir inevitablemente a la “muerte de Dios”. Y por otra parte, una post, ultra o líquida modernidad donde la religión parece reconquistar aceleradamente el poder y la hegemonía política que la primera le hizo perder. ¡Como si se tratara de la revancha de Dios!
Sin duda, faltan aún muchos esfuerzos para poder explicar con detalle y rigor cómo se ha podido pasar con relativa velocidad (en términos históricos) de la “muerte de Dios” a la “revancha de Dios”. Falta explicitar las causas –sin duda poderosas- que han convertido una modernización radicalmente secularizadora donde triunfaba la lucha entre ideologías seculares, en una “modernidad líquida” que tiene una vertiente cínica y nihilista (el terrorismo tiene algo de los dos por más que tenga un impulso religioso), pero también una vertiente que fomenta el "pluralismo religioso" (Berger), nuevas religiosidades y espiritualidades, y -también- dogmatismo religioso.
Huntington por ejemplo (2016: 367) apunta como una causa para el fin de las ideologías que: “en una época donde los pueblos de todo el planeta se definen en terminos culturales, ¿qué espacio queda para una sociedad sin un nucleo cultural, y definida únicamente por un credo político? Los principios políticos son una base poco firme para construir sobre ella una colectividad duradera”. Para Huntington, si la humanidad es una especie cultural, las ideologías se mostrarían menos potentes (menos “culturales”) que la religión.
En todo caso y hoy por hoy, parece que no podemos olvidar ni dejar de analizar todo lo implicado detrás de nuestras dos metáforas. No podemos obviar ni la “revancha de Dios” ni la “muerte de Dios”.
Del artículo "De la «muerte de Dios» a la «revancha de Dios»: política, cultura, terrorismo…" de G. Mayos en Clivatge. Estudis i testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 6, 2018, DOI: 10.1344/CLIVATGE2018.6.5, ISSN en línea: 2014-6590. Véanse los post:
Precisamente en relación a este cambio de ciclos, perdieron poco a poco la hegemonía los partidos políticos ideologizados, estructurados disciplinariamente y movidos de arriba-abajo. Son partidos verticales donde las consignas ideológicas e incluso las órdenes emanan desde los líderes y cuadros profesionalizados hasta los “militantes” “de base”. Por eso chocan y les cuesta entenderse con los nuevos y muy distintos movimientos sociales autoexpresivistas, que suelen ser más informales y horizontalmente estructurados (Mayos y Morro, 2014).
Pese a que al principio parecía que la apuesta de los nuevos movimientos sociales (NMS) por el cambio de costumbres y la liberación sexual los oponía radicalmente a los preceptos religiosos, muchos de estos nuevos movimientos autoexpresivistas acaban enlazando con nuevos tipos de religiosidad. Su complejidad es notable y suele desorientar, pues a veces se muestran más espiritualistas y poco dirigidos comunitariamente pero –otras veces- resultan muy vinculados al integrismo, el ritualismo dogmático, el fundamentalismo e -incluso- el terrorismo.
Pese a que la denominada “venganza de Dios” (Kepel) sorprendió generalizadamente, hasta el punto de que los fenómenos socio-políticos asociados fueron minimizados por muchos analistas y se tarda en percibir muchas de las consecuencias, actualmente nadie niega el creciente impacto de la religión en las sociedades y la geopolítica. Naturalmente persisten interpretaciones y valoraciones muy contrastadas, pero muchos estudiosos ven en la revalorización de la religión una de las mayores victorias teóricas de Max Weber sobre Karl Marx y de Durkheim sobre Nietzsche.
Ciertamente en las últimas décadas, no solo no se ha confirmado del todo la “muerte de Dios” (aunque sí en aspectos como el advenimiento del nihilismo). Además, el complejo fenómeno sintetizado tras la metáfora de la “revancha de Dios” parece responder a un guion similar a un famoso graffiti que contraponía dos sentencias inversas de muerte. Una decía “¡Dios ha muerto! firmado Nietzsche”, la otra: “¡Nietzsche ha muerto! Firmado: Dios”.
En todo caso, hay que continuar estudiando el juego de las dos grandes metáforas que han centrado nuestro análisis. Tiene razón Georges Corm en que “hace solo treinta años, algunos elementos de este nuevo decorado (religioso) de nuestro universo no eran realmente visibles. Hoy estamos rodeados, atufados por su omnipresencia… Parece que es la identidad religiosa la que lo envuelve todo” y –añade humildemente- “Sin embargo, no sabemos cómo han llegado aquí”. Podemos añadir, pues, que tampoco está claro ahora mismo que el actual proceso de reforzamiento de lo religioso no pueda ser de nuevo reversible en un futuro más o menos próximo.
Así pues, hay que continuar analizando las causas de la sorprendentemente invertida relación entre, de una parte, una modernidad (“sólida” diría Bauman) marcada por los tres grandes procesos secularizadores y desacralizadores de la sociedad que hemos esbozado y que parecían conducir inevitablemente a la “muerte de Dios”. Y por otra parte, una post, ultra o líquida modernidad donde la religión parece reconquistar aceleradamente el poder y la hegemonía política que la primera le hizo perder. ¡Como si se tratara de la revancha de Dios!
Sin duda, faltan aún muchos esfuerzos para poder explicar con detalle y rigor cómo se ha podido pasar con relativa velocidad (en términos históricos) de la “muerte de Dios” a la “revancha de Dios”. Falta explicitar las causas –sin duda poderosas- que han convertido una modernización radicalmente secularizadora donde triunfaba la lucha entre ideologías seculares, en una “modernidad líquida” que tiene una vertiente cínica y nihilista (el terrorismo tiene algo de los dos por más que tenga un impulso religioso), pero también una vertiente que fomenta el "pluralismo religioso" (Berger), nuevas religiosidades y espiritualidades, y -también- dogmatismo religioso.
Huntington por ejemplo (2016: 367) apunta como una causa para el fin de las ideologías que: “en una época donde los pueblos de todo el planeta se definen en terminos culturales, ¿qué espacio queda para una sociedad sin un nucleo cultural, y definida únicamente por un credo político? Los principios políticos son una base poco firme para construir sobre ella una colectividad duradera”. Para Huntington, si la humanidad es una especie cultural, las ideologías se mostrarían menos potentes (menos “culturales”) que la religión.
En todo caso y hoy por hoy, parece que no podemos olvidar ni dejar de analizar todo lo implicado detrás de nuestras dos metáforas. No podemos obviar ni la “revancha de Dios” ni la “muerte de Dios”.
Del artículo "De la «muerte de Dios» a la «revancha de Dios»: política, cultura, terrorismo…" de G. Mayos en Clivatge. Estudis i testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 6, 2018, DOI: 10.1344/CLIVATGE2018.6.5, ISSN en línea: 2014-6590. Véanse los post:
- METÁFORAS DE LA MUERTE Y LA VENGANZA DE DIOS
- RELIGIONES, CIVILIZACIONES E IDEOLOGÍAS
- SECULARIZACIÓN Y RACIONALIZACIÓN DE LA RELIGIÓN
- PRIVATICIDAD E INTERIORIZACIÓN DE DIOS
- ¿METARELATOS E IDEOLOGÍAS SUSTITUYEN DIOS?
- ¿VENGANZA DE DIOS DESPUÉS 1970?
- ¿HECHOS DE VENGANZA?
- ¿LA REVANCHA "MATA” LA MUERTE DE DIOS?
- RELIGIONES, CIVILIZACIONES E IDEOLOGÍAS
- SECULARIZACIÓN Y RACIONALIZACIÓN DE LA RELIGIÓN
- PRIVATICIDAD E INTERIORIZACIÓN DE DIOS
- ¿METARELATOS E IDEOLOGÍAS SUSTITUYEN DIOS?
- ¿VENGANZA DE DIOS DESPUÉS 1970?
- ¿HECHOS DE VENGANZA?
- ¿LA REVANCHA "MATA” LA MUERTE DE DIOS?
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