Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Jul 8, 2020

FUENTES DE LA MOBILIZACIÓN POPULISTA



Quizás todo cambiará pronto, pero por el momento tanto los movimientos populistas más de derecha y más de izquierda coinciden en algunos puntos significativos. Como veremos algunos de ellos son de gran eficacia en las sociedades avanzadas, por lo que esas prácticas de los populismos les están dando significativas ventajas dentro de la “ventana de oportunidad” que representa para ellos las actuales “políticas del desconcierto”.

Destacamos en primer lugar que hacen gala de incluir en la agenda política (veremos si la inclusión será real y permanente) los malestares e intereses de partes de la población que se consideran a sí mismas olvidadas por las políticas y el sistema de partidos hegemónicos antes, durante y después de las duras crisis económicas


Además, los populismos evitan el elitismo comunicativo de los partidos tradicionales sumando -a argumentaciones frías, racionales y de cálculo instrumental- muchas apelaciones emotivas y pasionales. Esto último es un aspecto muy destacado y que, a veces, se presenta como un rasgo anticuado cuando enlaza con las actuales teorías de la persuasión política y de la naturaleza humana (por ejemplo, Storytelling, Lakoff o Damasio).

Ernesto Laclau y Chantal Mouffe habían criticado en Hegemony and Socialist Strategy (1985) el sistema ideológico marxista del cual ellos mismos partían. Así lo incluían en su denuncia de la creciente imposición de una gobernanza neoliberal. Desde ese libro germinal abogaban por una profunda renovación de la política que actualizaba la función de los partidos, las prácticas y los discursos políticos. 

Chantal Mouffe (2018) asocia el populismo izquierdista con el ideal de “democracia radical” y la polémica construcción democrática del “pueblo”. Recordemos que coincide plenamente con Laclau (2005) en que no puede darse por supuesta ni la movilización política eficaz del “pueblo” ni la cohesión de la muy distintas demandas que se pueden presentar en su seno; al contrario, eso es algo que se construye precisamente con la acción política.

Mouffe considera que una “democracia radical” puede equilibrar la jerarquización vertical de los malestares y reivindicaciones con el empoderamiento autónomo y horizontal de los distintos grupos implicados. Así se evitaría tanto la anarquía caótica como el despotismo tecnocrático paternalista; y la democracia radical populista podría ejercer un saludable poder constituyente que superara los tradicionales déficits democráticos de la izquierda revolucionaria. 

Ahora bien, también obvia los tradicionales equilibrios liberales y la estricta división de poderes de Montesquieu, con lo cual parece que las tendencias iliberales son presentes tanto en los populismos de izquierda como de derecha.

Por otra parte, las estrategias movilizadoras emotivistas no son en absoluto patrimonio de las izquierdas y los populismos de derechas están demostrando una enorme capacidad para usarlas. Forman parte de la decisiva influencia en los respectivos presidentes de auténticas potencias mundiales como Vladimir Putin, Jair Bolsonaro y Donald Trump de sus intelectuales “de cabecera” Aleksandr Duguin, Olavo de Carvalho y Steve Bannon

Después de dejar su cargo en la Casa Blanca, Bannon se está convirtiendo en el más importante impulsor internacional del populismo de ultradecha asesorando muchos partidos en esa línea. En gran medida gracias a consejeros como ellos, los movimientos populistas (a pesar de sus divergencias ideológicas e incluso peligrosos “inventos” políticos) están adaptándose ágilmente a las dificultades de las “políticas del reconocimiento”, y superando a los partidos tradicionales que se muestran muy faltos de reflejos. 

Vallespín y Martínez-Bascuñán (2017: 15) incluso consideran contraproducentes muchas reacciones antipopulistas de los partidos tradicionales, pues son percibidas por muchos votantes como elitistas, defendiendo el establishment a ultranza y “anti pueblo”. 

Podemos constatar que las mencionadas características de los populismos han sido clave en casos concretos como –por ejemplo- la gran movilización del voto en favor de Donald Trump. La primera en detectarlo agudamente fue Arlie Russell Hochschild (2016) en su estudio de campo iniciado antes de las presidenciales pero confirmado poco después. Analiza de primera mano el magma social y mental, donde Trump consiguió fidelizar militantemente a poblaciones que ciertamente formaban parte del granero de votos que radicalizó al partido republicano, pero donde también había mucha gente con tentaciones absentistas o que –incluso- votaban en contra de los republicanos.

El cambio obtenido de actitud se percibe estadísticamente en grupos “lumpen” o descabalgados (rednecks, hillbillies o white trash), pero también grupos “wasp” (white, anglo-saxon and protestant) hasta hace poco “mainstream” de la llamada "América profunda" e incluso obreros del cinturón “del óxido”, que ha sufrido una muy importante desindustrialización

En esos casos Hillary Clinton era percibida (más que el también demócrata Berni Sanders) como defensora de un frío, distante e indiferente establishment de Washington, al cual precisamente se enfrentaban Donald Trump y Sanders (por eso se dió un inesperado traspaso de votos del segundo al primero).

Algo parecido pasa con la victoria de Le Pen en ciudades “proletarias” y que solían votar socialista como Marsella (Guilluy, 2015, documenta perfectamente las bases económicas de ese descontento) o de Vox en zonas de España más desafectas al régimen democrático de 1978 y que sienten añoranza del dictador Francisco Franco

Muchos votantes se han sentido interpelados e incluidos por la fuerza y proximidad emotiva del discurso populista, más que por los siempre vagos argumentos que han sido profusamente reiterados en las últimas décadas. Algo parecido creemos que está detrás de muchos votantes populares en favor de Jair Bolsonaro, que seguramente antes habían votado al Partido de los Trabajadores de Inácio Lula da Silva.

En todos los casos, el cambio de voto de mucha gente constata que se siente olvidada por el establishment político y damnificada por la pérdida de trabajo con las nuevas tecnologías, por la precariedad impulsada por el neoliberalismo y por las deslocalizaciones generadas por la turboglobalización (Mayos). 

Ronald Inglehart (2018) constata que desde la serie de crisis post2007 se ha manifestado en las “Encuestas Mundiales de Valores” un “reflujo autoritario” en gran parte de la población y que estaría asociado con el crecimiento de los populismos.

Esa misma población, en cambio, siente que es interpelada, considerada y que puede ser incluida por los nuevos movimientos populistas. Otra cosa es, si lo será de forma suficiente y a largo plazo. Pero los populismos no solo roban votantes a los viejos partidos, sino que muchas veces atraen aquellos que habían pasado a la abstención por sentirse olvidados o muy poco reconocidos.

Del artículo “Crisis Neoliberal, Políticas Del Desconcierto y Autoritarismos Populistas” de Gonçal Mayos en la revista Clivatge. Estudis i testimonis sobre el conflicte i el canvi socials, núm. 8, 2020.8.5, pp. 194-237. ISSN en línea: 2014-6590, DOI: 10.1344

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