Democratización,
inclusión y reconocimiento popular bottom-up
Hemos apuntado esquemáticamente a un complejísimo proceso top-down mediante el cual el Estado y sus prótesis institucionales estructuran o dominan racionalmente al conjunto de la sociedad y a la totalidad del territorio nacional. Ahora le contrapondremos otro complejísimo proceso que no completamente contrario pero que sí básicamente va en la dirección contraria bottom-up de democratización, inclusión y reconocimiento de la voluntad popular en el Estado.
Ambos macroprocesos son de
larguísima duración, todavía no han terminado y continúan avanzando, si bien a
veces de forma paralela y, a veces, de forma encontrada. En futuros artículos
intentaremos profundizar más en la cambiante dialéctica que -como pensaba
Hegel- los une y opone en una historia indisoluble.
Ya el
Estado monárquico e incluso absolutista manifestó tendencias inclusivas, por
ejemplo, incorporando al gobierno nuevos sectores sociales como la ‘llamada
nobleza de toga’ que era de origen burgués, pero fue ennoblecida por la
monarquía por los servicios que le dispensó. No hace falta insistir que tal
tendencia no fue demasiado bien recibida por la vieja nobleza feudal, de sangre
y de origen militar que, además de ver que el rey -antes tan solo el primero de
entre ellos- los disciplinaba y dominaba, sino que incluso ofrecía los tan
deseados altos cargos a otros grupos sociales.
Pero
además tales tendencias inclusivas fueron augmentando en un paralelo proceso de
democratización del Estado, el cual tenía que reconocer
la agencia popular y el control creciente sobre él por parte de la ciudadanía. Así
el agente y escenario hegemónico que devino el Estado tendía ser -queriéndolo o
no- más plural, inclusivo y democrático, incluyendo reducir su habitual
extracción de los recursos de la sociedad (Acemoglu y Robinson, 2019 y 2012) y
su dominación política (en la línea de las teorías y reivindicaciones del humanismo
civil, Locke, Tocqueville, Kant, Stuart Mill o el republicanismo de finales del
siglo XX.
Ello
comportó distintas politizaciones, oleadas revolucionarias y generaciones de
derechos que fueron transformando el Estado moderno. Primero fue decisivo el
impacto del liberalismo y de los derechos civiles limitativos (habeas corpus,
libertad negativa…). Su clave era el reconocimiento de la existencia autónoma
de la sociedad civil y garantizar que la población defendiera legítimamente sus
valores e intereses.
En
segundo lugar, se obtuvieron significativas ampliaciones en el derecho de la
población en general a tener voz, voto y poder participar en la vida política del
Estado y lo que se podía entender como ‘libertad positiva’ del pueblo.
Históricamente, se llegó incluso a una sorprendentemente rápida universalización
del voto que curiosamente no comportó los cambios apocalípticos ni
emancipatorios que muchos teóricos previeron.
En
tercer lugar y normalmente un poco más tarde, también avanzaron los derechos
sociales redistributivos que también están vinculados con la libertad positiva,
la igualdad material y económica, y la redistribución recursos como garantía de
igualación republicana de toda la ciudadanía. Así la atención del Estado
moderno sobre la vida de la población (primera biopolítica) para fomentar su productividad y
resiliencia creando un sistema de educación y de salud ‘nacionales’ y que
culminaron no solo con las ideologías socialistas o comunistas sino con los
distintos tipos de Estado del bienestar o providencia.
Aunque
no parece cerrar las reivindicaciones y politizaciones de nuevos derechos,
apuntamos en cuarto lugar a la expansión de los 2d) derechos colectivos, materiales
y de reconocimiento (Honneth, 2009) e inclusión de todo tipo de
diversidad, ja sea racial, étnica, cultural, de género, orientación sexual…
El
Estado como agente que realiza efectivamente el pueblo
Para Hegel
(del que queremos recordar el 250 aniversario de su nacimiento), el Estado es ni
más ni menos que la realización efectiva de la libertad. Pues considera que en
él se elevan a ley, a racionalidad y a realidad-efectiva (la Wirklichkeit
de Hegel) todos los momentos naturales y
espirituales, individuales y colectivos, morales y de eticidad, y subjetivos,
objetivos e incluso absolutos de la vida social. Ello convierte al
Estado en el principal Agente y Escenario de la Política
en la Modernidad. Porque -como decía Max Weber de la coerción legítima- las
decisiones ejecutivas, el establecimiento de las leyes y las sentencias
jurídicas son monopolizadas por las agencias estatales o -dicho de otra manera-
son llevadas a cabo en estas instituciones en tanto que su escenario más propio.
Ello no niega que el sujeto -el hypokeimenon
subyacente en lo político- sea el “pueblo” o lo que Ernest Renan (1882) llamaba
la “nación”, una especie de “plebiscito” permanente que efectiviza la voluntad política
de vivir juntos. Pues para que el pueblo alcance la plena efectividad política tiene
que coordinarse, construirse y estructurarse en un cierto proyecto de Estado. Por
eso mismo, en La Razón populista (2005), Ernesto Laclau argumenta
detalladamente que el pueblo debe ser construido política y discursivamente
para que llegue a ser el sujeto hegemónico que está llamado a ser.
Pues bien, en la Edad moderna los pueblos devenidos
Estado-nación se han convertido en los actores, agentes y escenarios por
antonomasia de la política. Sólo así, consiguen la coordinación racional necesaria
para liderar intensivamente la sociedad, haciendo que el Estado
institucionalizado se convierta en el escenario-microcosmos
donde deviene políticamente todo el macrocosmos social. Sólo así, se cumple el objetivo
primordial de Maquiavelo, Hobbes, Spinoza, Robespierre, Hegel, Marx, Weber,
Lenin o Carl Schmitt de que toda la vida política -en el macroescenario que es
el territorio nacional- se refleje y confirme en el microescenario político que
es el Estado con sus distintos poderes e instituciones.
Es en
este sentido que el Estado moderno se ha construido como el agente y escenario
por antonomasia de la política. Ahora bien ¿cómo se llevado a cabo ese complejo
proceso de larga duración y cuáles son sus límites?
A partir del artículo “Macrofilosofía del Estado. El Agente y Escenario hegemónico de la Política” de Gonçal Mayos (pp. 35-60) en Democracia e Desenvolvimento. A vida em risco e o Estado em reação?, José Luiz Borges Horta, Jamile Bergamaschine Mata Diz e João Pedro Braga de Carvalho (Organizadores). Belo Horizonte: Arraes Editores, 2024, 263 p. ISBN: 978-65-5929-355-1, ISBN: 978-65-5929-363-6 (E-book). Ver los posts: - DESAFÍOS POPULISTAS Y POLÍTICAS DEL DESCONCIERTO - ¿POLÍTICA CONSTITUYENTE O POLICÍA CONSTITUIDA? - DEMOCRATIZACIÓN, EMPODERAMIENTO SOCIAL Y DERECHOS HUMANOS - EL ESTADO AL PODER Y A LA RACIONALIDAD - ESTADO: ESCENARIO INTERNO Y EXTERNO - ESTADO POPULAR, DEMOCRATIZACIÓN Y RECONOCIMIENTO -ESTATALIZACIÓN: TOP-DOWN VERSUS BOTTOM-UP
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