Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Dec 13, 2024

¿POLÍTICA CONSTITUYENTE O POLICÍA CONSTITUIDA?

 

¿Política constituyente o policía constituida?

Como podemos ver, las dos dialécticas top-down y bottom-up del Estado moderno son complementarias. Gracias a ellas, es el principal Agente y Escenario de la política nacional e incluso internacional. Se ha convertido en la más poderosa institución capaz de liderar intensivamente la sociedad y, a la vez, definir extensiva o geopolíticamente sus límites, los cuales además suelen venir marcados por otros Estados-nación. Ello continúa siendo así, a pesar de la importante emergencia de poderosos fenómenos-inter que matizan el llamado mundo westphaliano, pero todavía sin transformarlo radicalmente (Sassen, 2010; Mayos, 2020 y 2016). Pues los Estados-nación continúan siendo los grandes agentes subyacentes a esos fenómenos-inter, como puede verse incluso en la Unión Europea.

Por otra parte, no creemos que la siempre conflictiva e inestable democratización del Estado, con creciente inclusión activa de la mayor parte de la población y reconocimiento sus derechos, lo debilite necesariamente ni vaya en contra de su poder. Al contrario, insistimos en que la potencia estatal aumenta con su capacidad para ‘nacionalizar’, generar compromiso y fomentar la productividad cognitiva de la mayoría de la población. En las sociedades avanzadas postfordistas, biopolíticas y digitalizadas, es la calidad de la población más que su cantidad lo que define el verdadero poder estatal, mucho más que el territorio e incluso de los recursos que lamentablemente cada vez son más escasos.  Creemos que esta es una de las conclusiones más relevantes que podemos extraer de los libros de Acemoglu y Robinson (2019 y 2012), de Piketty (2019 y 2014) y de otros estudios rigurosos que podemos calificar de ‘economía política neoinstitucional’.

Aunque ni de lejos todos los Estados ni todas las grandes potencias se han configurado internamente como una democracia de calidad, creemos que el hoy imprescindible compromiso activo y pleno por parte de la población solo se consigue plenamente con dosis significativas de democratización y reconocimiento (Mayos, 2023 y 2022). En última instancia, superan las tasas de movilización popular y nacional que se consiguen con el mero control autoritario de las mentalidades.

Así lo demuestran procesos recientes como el fracaso de la invasión de Putin de Ucrania, a pesar de la indudable superioridad militar rusa, que además de actitudes desmoralizadas o poco implicadas en la campaña militar y con significativas cifras de jóvenes exiliados para evitar ser reclutados. En otro orden de cosas, hacemos una lectura similar de la inflexión reciente en el éxito inicial chino al responder a la pandemia COVID-19, con un importante repunto de contagios y muertes, además de las rebeliones espontáneas más importantes en décadas, que han obligado a cambiar a toda prisa la política oficial ‘de COVID cero’.

Otra cosa es que lo esfuerzos democratizadores e inclusivos en el interior de los Estados no van acompañados de otros equivalentes en lo internacional o incluso en la gobernanza inter y multinivel de por ejemplo la Unión Europea (la cual muestra cada vez más unos déficits democráticos preocupantes). Si en cambio nos referimos al funcionamiento de organismos como la ONU o la UNESCO, constamos que las Organizaciones Mundiales de la Salud (OMS) y del Comercio (OMC) han mostrado impotencias e ineficacias muy significativas para preparar la lucha en contra del COVID (Mayos, 2023).

Quizás aún más críticos podemos ser con instituciones de gobernanza mundial quizás aún más estrictamente vinculadas al llamado Consenso De Washington como por ejemplo el FMI o el Banco Mundial. Sin duda, actualmente, los principales límites tanto en la modernización racional como en la democratización inclusiva, se encuentran en la efectuación del derecho y en la gobernanza internacionales. Es aquí donde todo parece indicar que no se ha mejorado mucho desde Kant o Hegel, a pesar de la aparición de los muy interesantes fenómenos-inter ya mencionados.

También el COVID ha confirmado la muy deficiente reacción de las potencias ante las graves crisis económicas post2007, que se limitó a nacionalizar las pérdidas y privatizar los beneficios en una durísima era de austeridad, que incrementa fuertemente la conflictividad y las “políticas del desconcierto” (Mayos, 2022). Los nuevos movimientos populistas, tanto de derechas como de izquierdas, coinciden en desafiar el consenso estatal heredado reclamando políticas radicalmente constituyentes y destituyentes, que mayoritariamente parecen llevar a derivas autoritarias e iliberales.

Hoy se experimenta en todas partes la necesidad indudable de superar la ‘política en minúsculas y cortoplacista’ o la mera “policía administrativa’ (Mouffe, 2018 y 2007; Laclau, 2005), para poder abrir procesos constituyentes, hacer posible la ‘política con mayúsculas’ y ‘lo político’, y -en última instancia- empoderar el Estado contemporáneo para que enfrente los retos disruptivos posteriores a la ‘era de la austeridad’ y al COVID.


Recordemos que Carl Schmitt (1998) vincula “lo político” al poder soberano de tomar las grandes decisiones “constituyentes-destituyentes” entre las cuales la principal es designar ¿quiénes configuran el “nosotros” y los “amigos” en oposición al “ellos” y a los “enemigos”? Para Schmitt y los muchos discípulos populistas que hoy tiene (aunque normalmente no lo manifiestan demasiado), lo político determina y modifica el antagonismo básico que estructura el Estado e incluso el ‘sentido común’ de la sociedad y, por tanto, tiene a la guerra como una tendencia y amenaza casi inevitable.

Por eso hemos visto por ejemplo como Donald Trump (pero no solo él) designó como gran enemigo americano a la China, se apartó de aliados tradicionales como la Unión Europea o México, mientras que intentó un deslavazado pero claro intento de incrementar la alianza con la Gran Bretaña de Johnson, el Israel de Netayahu, quizás el Brasil de Bolsonaro e, incluso, en algún momento pareció querer añadir sorprendentemente en esas ‘alianzas’ a Vladimir Putin.

A pesar de su ideología más de izquierdas, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe coinciden con la naturaleza agonista instituyente-destituyente de la política populista, pero se esfuerzan por evitar el antagonismo irreconciliable y de guerra, en favor de un agonismo que permita gestionar pacífica y democráticamente el choque de intereses. Muy cerca se mueve Jacques Rancière (2011) que centra el momento propiamente político en el conflicto constituyente en que “los tradicionalmente sin parte” deciden politizarse e incorporarse al “re-parto” político, abriendo pues un marco conflictivo que podríamos calificar de revolucionario.

Esas políticas populistas del desconcierto (Mayos, 2020 a y b, y 2018 b y c), tanto de derechas como de izquierdas, chocan con la concepción tradicional de la política que tiende a ser más formal, “profesional”, tecnocrática y administrativa. Algunos autores como Jacques Rancière (2011) la definen a través del término “policía” según el uso arcaico y más amplio que tenía en el siglo XVIII, por ejemplo, en la Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas que elaboró entre 1786 y 1796 el ilustrado asturiano Gaspar Melchor de Jovellanos.

“Policía” en sentido amplio es pues toda aquella política que se inscribe estrictamente en un marco legislativo-valorativo predeterminado y ya constituido (sea recogido explícitamente en una constitución, sea meramente implícito) y, en función del cual, se limita a reglamentar los distintos aspectos del estatus quo vigente. La “policía” es un mero ‘poder constituido’ y no puede tener ambiciones de ‘poder constituyente’ como tienen ‘lo político’ o la ‘alta política’. 

Esa es la distinción conceptual que, en principio, limita toda “policía” a ser mera gestión administrativa y poder delegado que renuncia a cualquier pretensión instituyente. Pero no siempre es así y a veces puede tener impacto constituyente incluso inconscientemente, como sucede con cierto “ativismo judiciario” que Brasil ha experimentado en la última década. Recordemos que el canciller prusiano Bismarck solía afirmar que no le importaba quien hiciera las leyes, siempre en cuanto fuera él mismo quien hiciera sus reglamentos de aplicación. Como vemos su mentalidad encaja perfectamente con la dialéctica empoderadora del Estado moderno. Pero también enlaza con esa dinámica un pensador tan radical y diferente ideológicamente como Michel Foucault.

Pues como señala agudamente Jacques Rancière, Foucault muestra como habitualmente es más decisivo el momento de la gubernamentalidad o “policía” que no de “lo político” schmittiano, que también está muy condicionado geoestratégicamente. Ello encaja con la teoría foucaultiana de que el poder se juga más bien en un marco microfísico -donde todo el mundo tiene un cierto poder y ese fluye, más que no se detenta permanentemente-. Superando la concepción macrofísica del poder donde se presupone que sólo unos pocos lo poseen y excluyen de él a todos los restantes agentes (Mayos, 2021). Por eso el realista Foucault analiza detalladamente todas las prácticas del poder pues considera que se dan muy mezcladas e incluso tienen efectos muy ambivalentes. 

Al respecto, hay muchos ejemplos históricos de como estrategias -en principio de ‘policía’ y de la dialéctica top-down de control racional por parte del Estado- han bloqueado o desviado eficazmente grandes logros revolucionarios en la segunda dialéctica democratizadora y bottom-up. Recientemente hemos tenido un ejemplo de cómo la presidencia de Donald Trump puede tener un impacto a largo plazo “casi constituyente”, a pesar de haber perdido su reelección. Pues conseguido nombrar tres jueces conservadores para el Tribunal Supremo de los Estados Unidos que están decantando decisivamente -quizás durante años- sentencias con impacto ‘constituyente-destituyente’.


A partir del artículo “Macrofilosofía del Estado. El Agente y Escenario hegemónico de la Política” de Gonçal Mayos (pp. 35-60) en Democracia e Desenvolvimento. A vida em risco e o Estado em reação?, José Luiz Borges Horta, Jamile Bergamaschine Mata Diz e João Pedro Braga de Carvalho (Organizadores). Belo Horizonte: Arraes Editores, 2024, 263 p. ISBN: 978-65-5929-355-1, ISBN: 978-65-5929-363-6 (E-book). Ver los posts: - DESAFÍOS POPULISTAS Y POLÍTICAS DEL DESCONCIERTO - ¿POLÍTICA CONSTITUYENTE O POLICÍA CONSTITUIDA?  - DEMOCRATIZACIÓN, EMPODERAMIENTO SOCIAL Y DERECHOS HUMANOS  - EL ESTADO AL PODER Y A LA RACIONALIDAD  - ESTADO: ESCENARIO INTERNO Y EXTERNO  - ESTADO POPULAR, DEMOCRATIZACIÓN Y RECONOCIMIENTO  -ESTATALIZACIÓN: TOP-DOWN VERSUS BOTTOM-UP


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