Inspirado por el famoso grabado de Klee Angelus novus, Walter Benjamin sintetizó
las angustias de la ancestral teología judaica con la emergente condición
contemporánea. Pues su “ángel de la historia” es en realidad el hombre
turboglobalizado, el hombre de nuestro tiempo.
Es el “hombre nuevo” pero no el de las revoluciones comunistas, si no el de la temporalidad revolucionaria de hoy. Como el Angelus novus, el hombre de nuestro tiempo no puede apartar la mirada desorbitada del amenazador espectáculo de su propia e inminente obsolescencia (Mayos, 2016b).
Es el “hombre nuevo” pero no el de las revoluciones comunistas, si no el de la temporalidad revolucionaria de hoy. Como el Angelus novus, el hombre de nuestro tiempo no puede apartar la mirada desorbitada del amenazador espectáculo de su propia e inminente obsolescencia (Mayos, 2016b).
Pues la temporalidad turboglobalizada no es ya
ningún progreso consolador. Las ruinas ya no caen necesariamente para poder
edificar una era mejor. Actualmente el presente y el futuro se auguran como un
completo caos imposible de prever, ordenar e incluso experimentar con cierta
plenitud. Por eso, el hombre de nuestro tiempo fracasa en comprender el cambio sin
aparente permanencia y la sucesión sin regla en que se está convirtiendo la
vida.
Su pasado-presente, ese presente que tiene sentido
porque actualiza lo más relevante del pasado, deviene incomprensible y
descoyunturado por la intromisión acelerada y absolutamente disruptiva del
presente-futuro. Es desmembrado por un hoy que ya solo mira y atiende a un
futuro inmediato, cortoplacista y monolíticamente tecnológico.
Con el slogan “The Future is Now”, la publicidad y muchas
propuestas musicales, políticas, fundaciones, etc. consiguen captar y adular la
pulsión dominante en el hombre de nuestro tiempo. Expresan brillantemente la
experiencia temporal que no solo nos aleja del pasado tradicional sino incluso
del presente, del propio “tiempo” de vida, para anticipar la tiranía del mañana
que insistimos locamente en que se dé hoy.
Pero como en la película Apocalypse Now de Coppola, ese “now” que
entre todos hemos construido es apocalíptico. Por eso finalmente, para esconder
nuestra culpabilidad y colaboración con el engendro, lo hemos de eliminar,
destruir e incluso asesinar. Indefectiblemente el hombre de nuestro tiempo ha
de asumir el asesinato de nuestro presente porque, llevado por el huracán de
nuestra temporalidad turboglobalizada, lo ha convertido en el vertedero sin fin
de sus sueños y gadgeds tecnológicos.
Por eso y a diferencia de otras eras donde se
añoraba algún arcádico y lejano pasado, el hombre de nuestro tiempo se ve
obligado a añorar incluso aquello que con gran alegría descubrió ayer mismo y
cuyos beneficios anhela conservar algunos instantes. La nostalgia romántica se
ha desplazado hoy a un presente todavía no agotado, aún no plenamente
experimentado y cuya vivencia no hemos llegado ni tan siquiera a iniciar. Los
bohemios vanguardistas de finales del XIX sobre todo sentían (“románticamente”
aunque se negaran a reconocerlo) el malestar provocado por el aburrimiento, el ennui de vivre y el spleen de un pasado que no se resignaba a morir, mientras deseaban
abrir ¡por fin! el presente-futuro que anhelaban.
Pero la angustia del hombre de nuestro tiempo es muy diferente y arto más compleja, pues tampoco experimenta “la tierra de nadie” entre un pasado que todavía no se ha ido y un futuro que se resiste ¡a venir, a nacer, a consolidarse, a imponerse, a dominar la vida! Así lo sentía Gramsci en su pequeña celda, pero sufriendo sobre todo por la gran prisión que para él era la historia y la sociedad. Por el contrario y en su total falta de libertad, Gramsci concebía y anhelaba la Libertad que el futuro debería traer indefectiblemente.
No obstante el hombre de nuestro tiempo tampoco puede vivir ya en ese “mientras tanto”, anhelando más futuro, más progreso y por fin revolución. Ya no clama a realizar ese “hombre nuevo” y esa revolución que nunca terminan de venir. Mil veces, el pretendido “hombre nuevo” se ha traicionado por lo viejo que hay en él y la revolución ha resultado demasiadas veces diferida o profundamente decepcionante. Hoy nuestro tiempo corre huérfano de esos ideales pero –paradojalmente- todavía repleto de desconfianza, sospecha y decepción.
Pues al hombre de nuestro tiempo le es impuesto el futuro como un pasado obsoleto ¡incluso antes que sea experimentado, vivido, “presentado” y hecho “presente”! Según proclaman los mass media y exige el turbocapitalismo, ese futuro-presente debe ser disruptivamente innovado a toda marcha, pues “The Future is Now” y por tanto el presente es ya peligrosamente “ayer”, presente-pasado. El tiempo de la vida y de la experiencia real-efectiva se ha acortado peligrosamente y, muchas veces, se ha vuelto imposible. Por ello el hombre de “The future is now” pierde no solo su pasado sino incluso su presente. Ha de “asesinar”, no solo la memoria, sino la posibilidad de experimentar verdaderamente la propia vida, hurtada en y por la precipitación.
“The Future is Now” es heredero de la vanguardia y los revolucionarios que piden un presente que marque el abismo total entre pasado y futuro, y que rompa la inercia del pasado. Pero que no obstante, termina siendo su contrario pues presupone la completa comensurabilidad e –incluso- identidad entre el futuro y el presente-now. Así rechaza la idea moderna del futuro, en favor de negar la posibilidad de un futuro realmente alternativo, diverso, revolucionario... Por tanto, por mucho que parece optar por un progreso en ciernes, en realidad niega que sea radicalmente disruptivo (en cuyo caso no sería como hoy-now) y por tanto se suma al “No Future” del Punk más desesperado.
Paradojalmente, incluso puede ser una mera versión pretendidamente optimista y edulcorada del Eclesiastés (1: 2, 9 y 10) que le dice a cualquier revolucionario o altermundista radical: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! […] Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará, pues no hay nada [realmente] nuevo bajo el sol.”
Sea por la aceleración de la destrucción creativa, o más bien porque la ansiedad del “The Future is Now” nos bloquea, lo que hoy deberíamos experimentar a fondo y llenando nuestra vida es menospreciado como algo ya pasado. La paradoja es que nos hubiera alagado si hubiéramos tenido la oportunidad de experimentarlo ayer, pero hoy ya representa algo caduco y obsoleto. ¡Y nos negamos a experimentarlo y a sacar las oportunas consecuencias! Como sucede con tantas experiencias importantes: o bien es demasiado pronto y no podemos comprenderlas, o bien es demasiado tarde y ya sabemos –pretendidamente- lo que nos podrían enseñar.
No obstante el hombre de nuestro tiempo tampoco puede vivir ya en ese “mientras tanto”, anhelando más futuro, más progreso y por fin revolución. Ya no clama a realizar ese “hombre nuevo” y esa revolución que nunca terminan de venir. Mil veces, el pretendido “hombre nuevo” se ha traicionado por lo viejo que hay en él y la revolución ha resultado demasiadas veces diferida o profundamente decepcionante. Hoy nuestro tiempo corre huérfano de esos ideales pero –paradojalmente- todavía repleto de desconfianza, sospecha y decepción.
Pues al hombre de nuestro tiempo le es impuesto el futuro como un pasado obsoleto ¡incluso antes que sea experimentado, vivido, “presentado” y hecho “presente”! Según proclaman los mass media y exige el turbocapitalismo, ese futuro-presente debe ser disruptivamente innovado a toda marcha, pues “The Future is Now” y por tanto el presente es ya peligrosamente “ayer”, presente-pasado. El tiempo de la vida y de la experiencia real-efectiva se ha acortado peligrosamente y, muchas veces, se ha vuelto imposible. Por ello el hombre de “The future is now” pierde no solo su pasado sino incluso su presente. Ha de “asesinar”, no solo la memoria, sino la posibilidad de experimentar verdaderamente la propia vida, hurtada en y por la precipitación.
“The Future is Now” es heredero de la vanguardia y los revolucionarios que piden un presente que marque el abismo total entre pasado y futuro, y que rompa la inercia del pasado. Pero que no obstante, termina siendo su contrario pues presupone la completa comensurabilidad e –incluso- identidad entre el futuro y el presente-now. Así rechaza la idea moderna del futuro, en favor de negar la posibilidad de un futuro realmente alternativo, diverso, revolucionario... Por tanto, por mucho que parece optar por un progreso en ciernes, en realidad niega que sea radicalmente disruptivo (en cuyo caso no sería como hoy-now) y por tanto se suma al “No Future” del Punk más desesperado.
Paradojalmente, incluso puede ser una mera versión pretendidamente optimista y edulcorada del Eclesiastés (1: 2, 9 y 10) que le dice a cualquier revolucionario o altermundista radical: “¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad! […] Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará, pues no hay nada [realmente] nuevo bajo el sol.”
Sea por la aceleración de la destrucción creativa, o más bien porque la ansiedad del “The Future is Now” nos bloquea, lo que hoy deberíamos experimentar a fondo y llenando nuestra vida es menospreciado como algo ya pasado. La paradoja es que nos hubiera alagado si hubiéramos tenido la oportunidad de experimentarlo ayer, pero hoy ya representa algo caduco y obsoleto. ¡Y nos negamos a experimentarlo y a sacar las oportunas consecuencias! Como sucede con tantas experiencias importantes: o bien es demasiado pronto y no podemos comprenderlas, o bien es demasiado tarde y ya sabemos –pretendidamente- lo que nos podrían enseñar.
Engañándose con la segunda parte de esa paradoja, el
hombre de nuestro tiempo convierte su presente-now en pasado, pues solo anhela
el futuro-instante-de-la-gran-promesa.
Llevado por el sentido común del refrán “agua pasada no mueve molino”, rechaza la sabiduría hegeliana de que la “figura de la consciencia” no adecuadamente superada (es decir que no es incorporada sublimadamente ni nos proyecta dialécticamente más allá del viejo nosotros) queda como una asignatura pendiente contra la que deberemos enfrentarnos las veces que haga falta.
Llevado por el sentido común del refrán “agua pasada no mueve molino”, rechaza la sabiduría hegeliana de que la “figura de la consciencia” no adecuadamente superada (es decir que no es incorporada sublimadamente ni nos proyecta dialécticamente más allá del viejo nosotros) queda como una asignatura pendiente contra la que deberemos enfrentarnos las veces que haga falta.
Por tanto no es solo que lo vivido hoy ya no se
parece a lo que ayer se experimentó (o se debió experimentar). Además el hombre
de “The Future is Now” desiste de vivir todo aquello que se le dice
–imperativamente- que ya debería haber vivido ayer. Y así la experiencia humana
se empobrece a fuerza de diferir (en el sentido de Derrida) aquello en lo que
se está, el presente vital, por querer vivir el presente-futuro que dictaminan
los medios.
Artículo de G. Mayos “Time is money, el hombre de nuestro tiempo” en A lanterna de diógenes: reflexões sobre o homem da pólis contemporânea, Dennys Garcia Xavier (Coord.); Moacir Henrique Júnior (Org.), Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparado –LAECC. (Uberlândia, MG, Brasil), 2018, pp. 403-425. ISBN: 978-85-918728-5-5.
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