Time is money rompe con el rechazo secular de todas las sociedades premodernas, especialmente las que funcionaban por el trueque o, aún mejor, por mecanismos contrarios a la acumulación económica como el don o el Potlatch.
El antropólogo Marcel Mauss teorizó una sorprendente dialéctica llamada Potlatch que conducía a aquellos miembros de la sociedad que habían acumulado gran cantidad de riqueza a derrocharla en una ceremonia única, fastuosa y que consolidaba su prestigio como “grandes hombres”.
El antropólogo Marcel Mauss teorizó una sorprendente dialéctica llamada Potlatch que conducía a aquellos miembros de la sociedad que habían acumulado gran cantidad de riqueza a derrocharla en una ceremonia única, fastuosa y que consolidaba su prestigio como “grandes hombres”.
No solo se paraba así el proceso de acumulación de la riqueza, sino que esta se colectivizaba y revertía -al menos en parte- en el conjunto de la sociedad. Los “grandes hombres” competían para acumular riquezas, entonces generalmente medidas por algún bien especialmente valioso (por ejemplo algún tipo de ganado) para sacrificarla en el Potlatch a cambio de prestigio.
Se invitaban a grandes banquetes (donde incluso se regalaban o quemaban públicamente otros bienes no comestibles, por ejemplo barcos) a todos los miembros de la tribu y muchos otros con los que mantenían contacto. Pues estos debían constatar así la grandeza, el desprendimiento, la magnificencia y el prestigio alcanzados por el “gran hombre”.
Inconscientemente o no, durante esa ceremonia del Potlatch que podía durar semanas, se dilapidaba y repartía entre la tribu y compadres la riqueza acumulada; revertiéndose así el crecimiento de la desigualdad social. En el Potlatch, el “gran hombre” se desprendía de todo sin excepción hasta quedarse sin nada, pero confirmaba su prestigio personal, y por eso era festejado e invitado en adelante con el recuerdo memorable de su desprendimiento y magnificencia.
Como vemos, el Potlatch es en cierto sentido una institución colectivizadora y antidesigualdad social quizás inconsciente (aunque esos ritos y valores podrían esconder una cierta consciencia social de su beneficiosa dialéctica). Así se primaba el prestigio social por el regalo, la redistribución o la destrucción antieconómica bloqueando la identificación entre riqueza y poder.
En cambio se fomentaban valores como el don, la capacidad para regalar, el despilfarro energético y el desprendimiento por encima del ahorrar, el retener y el acumular. Así se evitaba que alguien viviera para producir y consumir individualmente, que actuara convencido que “su” tiempo es “su” dinero e hiciera de la acumulación de éste “su” sentido último (como sucede lamentablemente en el neoliberalismo).
El Potlatch y otras instituciones fomentaban -al contrario- que la gente dedicara su tiempo a aumentar su reconocimiento social mediante el don y el regalar. Así inevitablemente terminaba beneficiándose el conjunto de la sociedad del esfuerzo individual y –además- se conseguían bloquear tendencias protocapitalistas. De manera quizás menos extrema y espectacular, instituciones similares al don y el Potlatch se han dado en muchas sociedades.
Recordemos que hasta hace muy poco y aún en pequeños pueblos se consideraba un grave pecado de usura querer prestar dinero con interés a un vecino o compadre. Son los restos últimos de una tendencia presente en la mayoría de los pueblos precapitalistas que rechazaban el dispositivo conversor de todo en dinero, ya sean las cosas y propiedades, ya sea incluso la propia existencia y el limitado tiempo que uno tiene de vida.
Artículo de G. Mayos “Time is money, el hombre de nuestro tiempo” en A lanterna de diógenes: reflexões sobre o homem da pólis contemporânea, Dennys Garcia Xavier (Coord.); Moacir Henrique Júnior (Org.), Laboratório Americano de Estudos Constitucionais Comparado –LAECC. (Uberlândia, MG, Brasil), 2018, pp. 403-425. ISBN: 978-85-918728-5-5.Se invitaban a grandes banquetes (donde incluso se regalaban o quemaban públicamente otros bienes no comestibles, por ejemplo barcos) a todos los miembros de la tribu y muchos otros con los que mantenían contacto. Pues estos debían constatar así la grandeza, el desprendimiento, la magnificencia y el prestigio alcanzados por el “gran hombre”.
Inconscientemente o no, durante esa ceremonia del Potlatch que podía durar semanas, se dilapidaba y repartía entre la tribu y compadres la riqueza acumulada; revertiéndose así el crecimiento de la desigualdad social. En el Potlatch, el “gran hombre” se desprendía de todo sin excepción hasta quedarse sin nada, pero confirmaba su prestigio personal, y por eso era festejado e invitado en adelante con el recuerdo memorable de su desprendimiento y magnificencia.
Como vemos, el Potlatch es en cierto sentido una institución colectivizadora y antidesigualdad social quizás inconsciente (aunque esos ritos y valores podrían esconder una cierta consciencia social de su beneficiosa dialéctica). Así se primaba el prestigio social por el regalo, la redistribución o la destrucción antieconómica bloqueando la identificación entre riqueza y poder.
En cambio se fomentaban valores como el don, la capacidad para regalar, el despilfarro energético y el desprendimiento por encima del ahorrar, el retener y el acumular. Así se evitaba que alguien viviera para producir y consumir individualmente, que actuara convencido que “su” tiempo es “su” dinero e hiciera de la acumulación de éste “su” sentido último (como sucede lamentablemente en el neoliberalismo).
El Potlatch y otras instituciones fomentaban -al contrario- que la gente dedicara su tiempo a aumentar su reconocimiento social mediante el don y el regalar. Así inevitablemente terminaba beneficiándose el conjunto de la sociedad del esfuerzo individual y –además- se conseguían bloquear tendencias protocapitalistas. De manera quizás menos extrema y espectacular, instituciones similares al don y el Potlatch se han dado en muchas sociedades.
Recordemos que hasta hace muy poco y aún en pequeños pueblos se consideraba un grave pecado de usura querer prestar dinero con interés a un vecino o compadre. Son los restos últimos de una tendencia presente en la mayoría de los pueblos precapitalistas que rechazaban el dispositivo conversor de todo en dinero, ya sean las cosas y propiedades, ya sea incluso la propia existencia y el limitado tiempo que uno tiene de vida.
Véanse los post:
- MARCADOS POR LA TEMPORALIDAD TURBOGLOBALIZADA
- EL NOW ASESINA EL PRESENTE Y EL FUTURO
- PRESENTE-FUTURO BAJO ESTIGMA DEL ANGELUS NOVUS
- MECANISMO PERVERSO: ACELERACIÓN ECONÓMICA Y ANGUSTIA EXISTENCIAL
- DISPOSITIVO-TIEMPO UNIVERSALIZADO Y EL DINERO
- POTLATCH... LO QUE EL TIEMPO SE LLEVÓ
- ¿RECUPERAR EL TIEMPO Y LA VIDA?
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