Gonçal Mayos PUBLICATIONS

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Mar 23, 2013

MARX PARA LOS NMS



El viejo Karl Marx no sirve o fundamenta tan solo a los movimientos políticos clásicos, como especialmente los “marxistas” que se edificaron bajo su advocación aunque no siempre con plena fidelidad. También sirve y potencia muy fructíferamente a los nuevos movimientos sociales (NMS), que están sustituyendo aceleradamente los anteriores en la hegemonía política actual.

Por supuesto, Marx es un pensador que se propone una redistribución más justa de la riqueza social, pero también anticipa y comprende las necesidades humanas de reconocimiento social y autoreconocimiento personal. Denuncia y quiere revertir las alienaciones, al tiempo que defiende la libertad personal en la construcción de la política y lo común. Que algunos de sus seguidores (sin duda, no todos) hayan generado “gulags” y totalitarismos “reales” en su nombre, no niega esas otras potencialidades claramente emancipatorias y de plena actualidad hoy.


Precisamente porque ya era capaz de tener en cuenta los dos grandes ejes del debate actual (redistribución y reconocimiento), la parte del pensamiento de Marx más interesante para los NMS está en el humanismo hegeliano crítico de sus escritos juveniles. Recordemos que por entonces el autor del Manifiesto Comunista, estaba todavía muy cerca de los hegelianos de izquierda como Feuerbach, Bauer, Ruge, Hess
 


Se trata de un pensamiento todavía en construcción que lleva a cabo una sólida crítica a la sociedad y cultura de su época. Tal crítica es inclemente, pero aún sin haber estructurado totalmente filias y fobias, sin haberse adscrito plenamente a un partido, sino simplemente apostando por la libre autoconstrucción humana tanto individual como colectiva.

El joven Marx sospecha y denuncia la peligrosa alienación que genera el dinero, la religión y las formas industriales de producción, pero sobre todo apuesta por la libre capacidad humana de autoorganización política de lo común. Su objetivo primordial es una gestión de lo común que ponga coto a las mencionadas formas de alienación y genere una sociedad más justa, precisamente aprovechando o –incluso- fomentando la diversidad de capacidades y aspiraciones de los individuos para así evitar toda pérdida de si o nuevas
alienaciones.

Denuncia
la abstracción falsa y reductiva con que la burguesía pretende construir la ciudadanía, la política y los derechos humanos, pues las basa en falsas y meramente “formales” igualdad, identidad, unidad… Con ello comete la falacia de afirmar que tal igualdad meramente formal es suficiente para que la gente –para simplificar: pobres y ricos- se relacionen en igualdad de condiciones dentro del “mercado” y en la vida política. El joven Marx ya intuía –como los NMS- que esa igualdad “formal” es falsa, esconde enormes diversidades y legitima relaciones tramposas que vician toda la vida política, económica… incluso humana en general.

Precisamente por esconder la diversidad constitutiva y –aún más- otras favorecidas por la sociedad (sus corrupciones e injustas bases) terminan negando la política e impidiendo radicalmente toda libre construcción de lo común a partir de la aportación por cada uno de su constituyente diversidad personal. Por tanto esconder y camuflar la diversidad, en una falsa igualdad meramente formal, provocaba finalmente la falta de verdadera libertad, igualdad y auténtico proyecto común. Por eso cuando se esconde la constituyente diversidad humana, se bloquea -incluso si se apela al marxismo- la verdadera política que debe construir lo común con aportación y reconocimiento de todos.


Lo común sólo puede construirse libremente a partir de la aportación desde la diversidad personal y sus múltiples capacidades, aspiraciones, posibilidades, deseos, necesidades… La sociedad justa, equitativa y humanitaria tiene que construirse desde la solidaria, libre y diversa aportación de cada uno, que permite construir la igualdad sin negar o abstraer la diversidad constituyente. Igual como a un ciego, sordo, paralítico… no se le puede exigir lo mismo que a los que no lo son, a nadie puede exigírsele que acceda al ágora política desposeído de sus anhelos, ideales, libertad, demandas, necesidades, ideología y 
voluntades. 

La política de “lo común” no puede proceder como el mítico famoso bandolero Procusto que –según dicen, frustrado por su baja estatura- tendía sus víctimas sobre su propia cama (el famoso “el lecho de Procusto”) y procedía a cortar todo aquello que le excediera. ¡Así lo adaptaba a sus limitaciones y frustraciones!

La construcción
política, justa, libre y equitativa de lo común no puede partir de tales violencias. Como siempre reivindica Hannah Arendt, lo político tan sólo nace cuando todos y cada uno aportan sus valores y necesidades, sus anhelos e ideales, sus voluntades y perspectivas… Es decir aportan sus sinceras y constituyentes diversidades para poder así construir lo verdaderamente compartido pública y políticamente ("en to meson" decían los griegos). La política y lo común no puede construirse sobre una violencia nacida de la propias frustraciones (como Procusto).

Este es el sentido del “comunismo” marxiano que el profesor peruano Levy del Águila busca y encuentra en Marx, sobre todo el joven. Un comunismo que no sea mera coartada ideológica para la pérdida de libertad y autonomía personal, sino auténtica política colectiva de la libertad y a partir de la libertad. Sólo así puede construir desde abajo y democráticamente lo compartido, lo común, lo comunitario, lo "comunista"…, algo que -por tanto- no puede predeterminarse más allá de contraponerlo negativamente a las injusticias y alienaciones que se trata de evitar.


Hablamos pues de un “comunismo” o “fase superior” de la construcción de lo común que se haga -como dice Marx en Crítica del programa de Gotha- “cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo […] cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital [… y se aplique la norma] ‘De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades’." 


Leído actualmente por los NMS, ello significa: redistribución y reconocimiento atendiendo a las necesidades y capacidades de cada uno, para edificar conjuntamente algo compartido y común que respete singularidades, diversidades, especificidades y libertades.

Y en esa dirección se atrevió a argumentar brillantemente Levy del Águila en su tesis doctoral Comunismo, poder político y libertad personal en Marx, defendida en la Pontificia Universidad Católica de Perú (Lima) ante un nada fácil tribunal formado por los profesores Pepi Patrón y José Manuel Bermudo (los codirectores) y Miguel Giusti, Ciro Alegría y Gonçal Mayos.
 
En todo momento del largo debate (más de 3 horas) me pareció que las polémicas contemporáneas vinculadas a los NMS conseguían revitalizar al viejo-joven Marx a través de los desarrollos de Gramsci y –¿cómo no?- el gran marxista peruano José Carlos Mariátegui. Ellos conjuntamente con una nueva serie de pensadores marxistas (que ya incluyen a Levy) nos permiten interpretar y acceder al viejo-joven Marx con muchas ideas útiles para los actuales debates y los nuevos movimientos sociales.
P. Patrón, G. Mayos, M. Giusti, J.M. Bermudo y C. Alegría

1 comment:

carlos toledo said...

Felicidades y éxitos al Dr. Levy Del Aguila a quien conocí en una breve conversación en la Conferencia sobre Biopolítica y Macrofilosofía, de los ilustres invitados Dr. Bermudo y Dr. Mayos en la PUCP. Levy a demostrado que podemos reencontranos con la filosofía de Marx pensando y repensando sus escritos de una manera nueva y libre de estereotipos y prejuicios acumulados por años de interpretaciones tendenciosas.