El presunto remedio se ha convertido en el malestar, el dolor y la enfermedad principales. Oscurece cualquier otra causa que hubiera. Lo que se inició como escape ante una realidad torturante, pierde cualquier referencia exterior y se convierte en una autotortura infinita.
Aunque tuvieran una causa legítima y un origen exterior, con gran probabilidad instauran una dialéctica tan obsesiva y autoreforzante, que finalmente se convierten en la principal fuente de sí mismos.
Alguien se venga porqué se sabe odiado, le ofendieron o fue torturado. Pero además, el discurso del odio es un acto lingüístico perlocutivo: ya realiza lo que enuncia. Ejecuta el odio con su simple enunciación o existencia. El discurso del odio es condición de posibilidad de la venganza e –incluso- la prepara en el mundo simbólico y lingüístico ¡qué es muy real! También es una especie de tortura –ejecutada sobre sí- que trabaja para poder ejecutarla en otro.
Por eso se cae fácilmente en una dialéctica de venganza sin fin; donde la gente odia porque la odian, ofende porque la ofenden, tortura porque la torturaron. Incluso se esfuerza por ofender porque “sabe” que pronto le llegará otra ofensa. Odia porque vive tanto frensoste al odio como dentro de él. Tortura anticipándose a cualquier hipotética tortura. Se venga preventivamente y con la máxima brutalidad para minimizar que algún día pueda sufrir alguna venganza.
La dialéctica se retroalimenta y muy fácilmente se “pierde” la primera causa, la culpabilidad inicial, el crimen primordial y el origen de todo. Nadie sabe ya por qué se venga exactamente. Incluso aparece la duda de si se venga o –simplemente- odia, ofende y tortura.
Odio, ofensa, tortura y venganza siempre vuelven como un bumerang. Son reflexivas y recíprocas. Construyen la discordia humana y la prolongan infinitamente.
¡Venganza! es un grito resentido que se convierte en destino. Es el presente sometiéndose al pasado de forma a la vez agresiva y defensiva. Es la construcción de un futuro sin futuro.
¡Venganza! expresa una condena digna de Sísifo donde cualquier esfuerzo, negociación, transacción, alternativa, salida, paz, perdón, reconciliación… ruedan irremisiblemente hacia abajo. Se profundiza en el resentimiento, persiste el odio, vuelve la venganza, se insiste en la ofensa, se retroalimentan el goce y el sufrimiento de la tortura.
¡Venganza! es la más terrible y sutil condena: la que uno se hace a sí mismo usando al “Otro” a la vez como simulacro y dispositivo, como verdugo y chivo expiatorio. Convierte incluso las generaciones futuras en “deus ex maquina” de una dialéctica perversa, ensimismada, sin escapatoria y –finalmente- autotorturante.
El círculo se cierra sobre sí como la más perfecta de todas las cárceles. La condena sisífica a la que tan dados son los humanos. El “infierno son los otros” decía Sartre, pero propiamente es la prisión autotorturante que nosotros mismos hemos construido al ser incapaces de convivir con los otros. Por tanto es el fracaso humano de convivir con nosotros mismos.
Prefácio de Gonçal Mayos (pp. 11-19) en Discurso de ódio e vingança: Nas fronteiras da democracia de Mauro Cardoso Simões (prof. de la Universidade Estadual de Campinas), Editora Ideias & Letras, Sâo Paulo/SP (Brasil), 2021, pp. 104, ISBN: 9786587295077.
- ÓDIO, OFENSA, TORTURA E VINGANÇA: DIALÉTICA INFERNAL
- RECONSIDERAR A TORTURA?
- CORTE O CÍRCULO DE ÓDIO, VINGANÇA E TORTURA
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